Trabajar las emociones desde la infancia es algo fundamental. Acompañar a los peques para que puedan identificarlas, ponerles nombre, expresarlas… es lo que hay que hacer. Sin embargo, no es tarea nada fácil este asunto. La gestión emocional es todo un reto, al que como padres, madres y acompañantes nos enfrentamos.
Emociones, asignatura pendiente
Por un lado, las emociones son la asignatura pendiente de nuestro sistema educativo, más ocupado de la razón que del corazón. Como sociedad tampoco es que andemos muy allá. Apenas nos han hablado de ellas, más que para decirnos que hay emociones buenas y malas. Nos han dicho además que hay algunas que se pueden expresar y otras que hay que reprimir según con qué personas, en que lugares, o circunstancias - No llores, no tengas miedo, no estés tristes, no te enfades… pero alégrate sin problemas- Jamás he escuchado decir a nadie, no estés tan contento y ponte un poco triste, que estás mas guapa! Además ,por lo general, nadie nos ha enseñado a ponerles nombre, de tal forma que a veces no sabemos ni lo que sentimos, ya ni hablamos de gestionarlas de forma saludable.
Cuando nos convertimos en madres o padres la cosa no mejora. Más bien yo diría que se complica. Ya no solo tenemos que lidiar con nuestras propias emociones, muy removidas en esta etapa, sino con las de nuestros hijos e hijas. Que si nosotros tenemos pocas herramientas y recursos imaginaros ellos y ellas, que están en pleno proceso de desarrollo y ademas somos el espejo en el que se miran! Solemos tener mucha información de libro, pero nos faltan herramientas prácticas para gestionar nuestras y sus emociones.
No obstante, no pongo en duda que intentamos hacerlo lo mejor que podemos con este embrollo que tenemos. Recurrimos a recursos y estrategias que nos pueden echar un cable a acompañar a nuestros peques en esto de poner nombre a lo que sienten, a identificar sus emociones y gestionarlas de forma lo más saludable posible. Los cuentos son un buen ejemplo de ellos, ya que nos acercan a personajes con los que se pueden sentir identificados y nos ayudan a acompañar sus procesos. Aunque nada como la experiencia vivencial para poner en práctica todo esto.
El monstruo de los colores ¿un buen recurso?
Y todo este rollo te lo cuento porque hablando de emociones y cuentos, en el post de hoy quiero hacer referencia a un best seller, del que seguro has oído hablar, y que se encuentra en muchas estantería de casa y aulas de infantil: El monstruo de los colores, de Anna Llenas.
Con este cuento, tengo emociones encontradas, nunca mejor dicho. Es un cuento que no tenemos en casa, pero si que nos lo hemos ido encontrando en diferentes cuentacuentos a los que hemos ido y he visto muchas referencias suyas en las aulas de infantil.
Un buen recurso
Por un lado, me parece un buen recurso para empezar a hablar de forma simple de algunas emociones. Gracias a él, se está hablando de emociones en muchas casas y escuelas y eso ya es un gran avance!. Estéticamente es un libro atractivo para los peques. Sus dibujos imitan los trazos de niños y niñas, y eso hace que se identifiquen con los personajes fácilmente. Es un buen cuento para trabajar los colores y la clasificación de los mismos.
Pero...
Pero.. hay algunas cosas que no acaban de convencerme del todo…
Una de ellas, y la fundamental es que no me gusta que las emociones se asocien con colores. Hace días asistí a un taller sobre gestión emocional y trabajamos sobre la emoción de la tristeza. Una de las cosas que hicimos fue poner un color a esa emoción. Y curiosamente, en un grupo de unas 30 personas, todas y cada una de nosotras, le puso un color diferente a su tristeza. Y sin embargo, a los niños y niñas les decimos que la tristeza es azul. ¿Por qué? Esta vivencia hizo que confirmara todo lo que sentía con respecto a este cuento.
Si que es cierto que existe un campo de la psicología encargado de estudiar cómo nos influyen los colores y que emociones nos suscitan cada uno de ellos. Y si que hay ciertos principios aceptados en torno a esto, pero no podemos olvidar que las emociones y los colores son aspectos subjetivos que dependen de la persona que siente y que percibe. Por tanto, decirle a los niños y niñas que la tristeza es azul, o la alegría es amarilla, sin darles la opción de que ellos y ellas mismas elijan el color que les evoca es hacer una proyección en toda regla. Decirle qué color es el que deben sentir con cada emoción es ponerle límites a su creatividad y su sentir.
El color negro es, a mi parecer, el color más bello, porque surge de la mezcla de todos los colores, pero si lo asociamos con el miedo, estamos condicionando a los pequeños para que crean que el color negro es algo feo, por poner un ejemplo.
Por otro lado, de una forma muy sutil, considero que es represivo con ciertas emociones. Ya te contaba que culturalmente, se nos ha dicho que hay ciertas emociones que son “buenas” y otras son “malas” y esto lo vemos por todos lados. Aunque lo tenemos tan integrado que apenas somos conscientes de ello. El cuento nos habla de que el miedo es cobarde y huidizo. Además lo pintan de negro, un color que no nos suele gustar. Sin ser conscientes de ello, estamos lanzando el mensaje a nuestros niños y niñas de que sentir miedos es de cobardes y etiquetamos negativamente la emoción, contribuyendo a su represión cuando la sentimos.
Una alternativa es lanzarle a los peques la idea de que no hay emociones buenas o malas. Que las emociones simplemente son y se sienten. Y no merecen juicio alguno por nuestra parte. Todas tienen una función adaptativa. Que nos pueden hacer sentir sensaciones más agradables o desagradables, pero eso no las convierte en buenas o malas.
El papel de la niña, por otro lado es muy adultocentrista. Se convierte en la niña que dirige, reprime, reprocha, juzga y enseña al mostruo, desde el SABER, y no tanto desde el SENTIR. Que pobre de él. Nunca aprenderá!!
No hay duda de que es un cuento muy popular, muy trabajado en las aulas de infantil, pero sobre el que creo que hay que poner un ápice de conciencia. No creo que sea un cuento bueno o malo en sí mismo, es un recurso más que podemos utilizar de muchas formas diferentes. Y según éstas sean, transmitiremos unos mensajes u otros a nuestros niños y niñas. Al final dependerá de quién y cómo se lo estemos contando.
Nuestra versión adaptada a la mesa de luz
Hoy te quería proponer una adaptación del cuento para trabajarlo en la mesa de luz, para poder acompañar a los peques en sus emociones, desde el juego, la aceptación incondicional, la libertad de expresar aquello que siente y cómo lo sienten.
Los colores
Una primera opción para trabajar con él, es simplemente es hacer referencia a los colores, sin nombrar las emociones. Es un buen recurso para identificar, conocer, organizar, clasificar y ordenar los diferentes colores. Podemos mencionar los que aparecen en el cuento, o como he hecho yo, incluir algunos otros.
Si tu peque se encuentra en el periodo sensible del orden, en el que muestra interés por la clasificación, la ordenación… esta actividad le encantará. Contribuye a estructurar la realidad, no solo de forma externa, sino también estructurar su mente y organizarse internamente.
Te dejo una foto para que veas como presentar la actividad en la mesa.
A continuación basta con invitar al peque a que clasifique los colores en los diferentes tarros.
Emociones sin colores
Por otro lado, podemos presentarles las diferentes emociones, sin colores. Simplemente hablándoles de ellas, de cómo se siente el monstruo, de como nos sentimos nosotros, en qué parte del cuerpo sentimos cada una de las emociones… Mostrarles las diferentes expresiones faciales del Monstruo. Hablarles de las emociones más básicas, la tristeza, de la alegría, la ira, el miedo. E introducir poco a poco otras como pueden ser el asco o la sorpresa. Por eso he dejado algunos huecos en blanco para poder ir introduciendo alguna más.
El Monstruo y SUS colores
Si queremos introducir los colores y emociones, podemos hacerlo. Pero personalmente, daría libertad a los peques para que fueran ellos y ellas los que eligieran el color de cada emoción, en lugar de condicionarles con uno determinado. ¿De qué color es hoy tu alegria? ¿De qué color sientes la tristeza?. Podemos incluso introducir otros colores diferentes a los que vienen en el propio cuento. Mi colores de hoy son estos, que nada tienen que ver con los del Monstruo. ¿Y los tuyos, cuales serían?
Si queremos ser fieles al cuento y a los colores de las emociones, está bien, pero yo les diria a los peques que los colores del cuento son los colores que ha elegido el Monstruo. Él se siente amarillo con la alegría, verde con la calma, negro con el miedo… pero que nosotros y nosotras podemos sentirnos del color que queramos. De alguna manera les estamos dando esa libertad para sentir y expresarse con el color que quieran. ¿De qué color es hoy la ira con tu amigo? ¿o el amor por tu mamá? ¿o el miedo por las arañas?
Son ideas, reflexiones, opciones que lanzo porque creo que hacen el cuento más respetuoso con lo que cada unx siente y con cómo expresa lo que siente. Lo ideal, permitir vivenciar las emociones, ponerles nombre, acompañarlas, validarlas, normalizarlas... cuando se están viviendo. La vida en sí, ya nos da la oportunidad para aprender sobre emociones. El cuento, es solo un recurso más.
¿Qué opinión os merece el cuento? ¿Lo trabajáis de alguna otra forma?
“Las emociones se VIVEN, se SIENTEN, se EXPRESAN y se aprenden desde el SENTIR, y no tanto desde el SABER”
Abrazos amorosos
Ana Isa <3