Hace unos días, en una conversación con mi nena mayor, me fijaba en la cantidad de preguntas que puede llegar a hacernos en un momento y como ella… la mayoría de los peques. Y por un momento… estaba cansada, volvíamos en el coche, con ruido, atascos, cansancio acumulado del día… y caí en la cuenta de que estaba respondiendo algunas de sus preguntas con desgana y un tono medio de “venga la última que estoy cansada”… Sí, gran error el mío en ese momento, pero …¿Quién no ha vivido algo parecido?
Al llegar a casa, continuamos la conversación y Vera siguió haciéndome preguntas que empecé a responder con interés y mostrando ganas y motivación…
¿Os pasa?
Pues sí, nuestra vida está llena de preguntas, y cuando somos pequeños, en nuestra mente continuamente rondan las preguntas, el interés por saber, por conocer, por explorar, por descubrir el mundo que nos rodea… y la manera de conocer y saber es preguntando. ¿hay algo más enriquecedor que una pregunta detrás de la cual haya interés y pasión?…
Cuando lo pienso, caigo en la cuenta de que a veces quitamos valor a las preguntas de nuestros hijos/as, los tratamos como si sus intereses o dudas tuvieran menos valor que las nuestras… y de algún modo, vamos matando sus ganas de aprender y descubrir.
Creo que en la actualidad sobran las respuestas y faltan más preguntas. Y esto… se puede aplicar a la crianza de nuestros hijos, a las aulas en las que se forman nuestros peques… si diéramos la libertad suficiente para que nuestros hijos/alumnos pudieran preguntar libremente, en cualquier momento, conseguiríamos sin duda educar en el pensamiento crítico, en la creatividad, en la resolución pacífica y positiva de los conflictos.
La prisas, la falta de tiempo y la escasa paciencia que a veces mostramos los padres, tiene como consecuencia que continuamente demos respuestas, resolvamos los problemas a nuestros hijos, les demos todo mascado, de manera que no favorecemos su creatividad ni el pensamiento divergente… etc.
Si buscamos que nuestros hijos tengan un pensamiento crítico y sean creativos, debemos fomentar su curiosidad… y ahí, es cuando nosotros tenemos un papel fundamental… el de aportar los estímulos, ambientes y experiencias necesarias para que las preguntas surjan… Todo lo demás… llegará…
¿CÓMO PODEMOS FOMENTAR LA CURIOSIDAD?
Os dejo varias ideas que se me ocurren y me parecen fundamentales a la hora de favorecer la curiosidad en nuestros peques:
1-ABRE PUERTAS. Leyendo a César Bona, en su libro “La Nueva educación”, ésta es una de las ideas que más me llamó la atención desde el principio. Abrir las puertas de su mente para que los niños/as saquen todo lo que llevan dentro. ¿por qué no?… si favorecemos esta apertura, la expresión de las opiniones, sentimientos y emociones… estaremos mucho más cerca de conseguir el desarrollo de la curiosidad. Si nuestros hijos están abiertos a: vivir, ver, sentir, oler, tocar, emocionarse, descubrir… todo llegará.
2-CREA UN AMBIENTE ESTIMULANTE. Si ofrecemos a nuestros peques un ambiente lleno de estímulos positivos, ponemos a su alcance elementos que fomenten su curiosidad, que despierten su interés… estaremos en el camino correcto. Salir y conocer lugares nuevos, viajar, hacer pequeñas excursiones, o simplemente pasar un cierto tiempo “aburridos” puede dar lugar a que nuestros peques busquen la solución a ese aburrimiento y descubran a su alrededor numerosas cosas a las que hasta ahora no habían prestado atención. La resolución de conflictos, el pensamiento alternativo… es decir, ser capaz de buscar diferentes soluciones a un mismo problema… pueden llegar a través de un ambiente adecuado.
3.CONFÍA Y VALORA. Y con esto… vuelvo a la idea del principio… si queremos que nuestros hijos nos/se hagan preguntas, debemos darles confianza, creer en ellos, en lo que nos cuentan, escucharlos, empatizar con ellos y valorar lo que nos cuentan… como si no hubiera nada más importante…
.