Hoy voy directa al grano: mi hija es una bendita. Así, tal cual.
Simpática y dicharachera. Besucona, de carácter tranquilo, y ritmo pausado. Aunque a veces también tiene su genio, claro (es una personita, no un florero.)
Acostumbrada a venir con nosotros a todos sitios, enseguida se adapta, se hace su hueco y se queda tan contenta. Cualquier situación es buena para llevarla. Como reuniones con amigos, eventos familiares, conciertos….Cualquiera menos a la boda de tu amiga.
¿Por qué? La razón es bien sencilla, por envidia. Sana, oiga, que soy su madre, pero envidia a fin de cuentas.
- Te has puesto monísima, te has pintado los labios y sacado el taconazo. Has cambiado las gafas por las lentillas, incluso te has arreglado las uñas. No te falta un perejil, que dicen por aquí.
Tanto esfuerzo para nada, porque la gente sólo tiene ojos para tu niña, su sonrisa y sus zapatitos brillantes. Habría dado lo mismo que te vistieras de buzo o con el chándal de táctel, eres invisible.
- Sale en más fotos que tú. Primero porque todos quieren retratar ese gesto sonriente, esa carilla de guasa persiguiendo a un pato, y segundo porque tiene la habilidad de chupar cámara y taparte la cara.
“Mira qué chula esta foto que le he hecho”, “mira qué mona sale”,…parece que yo ni estuve allí.
- Su ritmo es imparable. Incluso sin haber dormido siesta tiene una energía envidiable. Tú estás loca por meterte en la cama y ahí sigue ella, dándolo todo.
Año y medio frente a treintay…Eso y que ella lleva zapato plano.
- Se porta tan bien que tus amigas no paran de preguntarte cuándo le vas a dar un hermanito. Que la niña no da lata ninguna, que así da gusto, que te animes. Sin prisa señoras, que una no es mocita, pero aún está en edad de merecer.
- Comes poco. Miento, no comes nada. Dejas escapar la bandeja de canapés porque estás persiguiendo a la del queso, que tú no puedes comerlo pero a tu niña le pirra.
Cuando llega el plato de lo postres piensas que es tu oportunidad, pero te mira con esa carilla de corderito hambriento y tienes que cederle la tarta de chocolate.
- Le has repetido quince veces a barba-papá que tenga cuidado de no mancharse el pantalón. Te pasas media fiesta mirando dónde te sientas para no engancharte las medias ni clavar los tacones en el césped. ¿Para qué? Para llegar a casa con el vestido y la chaqueta plagado de pintalabios con el que tus amigas han tenido a bien entretener a tu niña.
Y ya paro aquí, porque la lista es interminable y no quiero hacerme mala sangre ni aumentar mi resquemor.
Chicas, ¿ahora me comprendeis, verdad? ¡Así es imposible ir a ninguna boda!
¡Feliz lunes!
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