Soy profesora de Secundaria de Lengua Castellana y Literatura y me he formado (y sigo haciéndolo) en el campo de la inteligencia emocional. Una actitud abierta y empática con el otro facilita mucho las relaciones interpersonales, sea con tus alumnos o con tus gemelos de 5 años. Con respecto a la vuelta al “cole”, he aplicado los siguientes principios:
– Exploración de la nueva situación y enfoque positivo que evite la ansiedad.
– Mantener una serie de hábitos fijos en verano.
– Reforzar otros hábitos paulatinamente durante la segunda quincena de agosto.
– Practicar la escucha activa.
La actitud de los padres y/o madres es fundamental para generar confianza y expectativas positivas ante la nueva situación, sean las circunstancias familiares las que sean (familias monoparentales, padres divorciados…). Por eso, en mi caso, madre divorciada que comparte con su ex marido la mitad del período vacacional, llevo desde el mes de junio preparando poco a poco a los niños para lo que vendrá. Aunque son muy pequeños, son perfectamente capaces de comprender muchas cuestiones complejas si intentamos simplificarlas. Mis circunstancias son si cabe más “especiales” (traslado a otra ciudad y cambio de colegio, separación de casi mes y medio de los niños en verano…). Así que tocaba poner en práctica lo aprendido sobre inteligencia emocional en todos estos años, pero de una forma más sistematizada y extendida en el tiempo.
1. Exploración de la nueva situación y enfoque positivo. De nada sirve mentir ni ocultar lo que será inevitable más pronto que tarde. Hablar con los niños de la vuelta al “cole” (en mi caso con cambio de ciudad y colegio incluido) es imperativo. Eso sí, tratamos de simplificar el mensaje y de abordarlo desde un punto de vista positivo: las vacaciones se acabarán y comenzará la rutina del colegio. Pero se divertirán mucho, como ya hicieron el año pasado; se reencontrarán con sus amigos o conocerán a otros nuevos; celebrarán su cumple con los compañeros de clase; aprenderán cosas nuevas (ponle algún ejemplo de una actividad que les haya gustado especialmente: yo usé de ejemplo una sobre los dinosaurios)… Recuérdales que el año pasado también hubo un primer día de clase y las cosas positivas que tuvo ese comienzo de curso.
2. Hay hábitos que lógicamente son imposibles de mantener en verano: salimos mucho más a la calle, entre la piscina, la playa, las fiestas, la familia y los amigos… Y los hijos de padres divorciados, además, se reparten el verano con sus dos progenitores (y no siempre la comunicación es fluida ni se siguen las mismas pautas en una o en otra casa). Pero hay hábitos que pueden mantenerse, sobre todo si desde bien pequeños se fomenta la autonomía en algunos campos. Por ejemplo en el de la higiene: cepillarse los dientes después de las comidas (el cepillo y la pasta se puede meter en la mochila donde llevemos sus cosas si estamos en la calle), lavarse las manos antes de comer, ducharse al final del día… Con la alimentación también pueden mantenerse algunas rutinas: no saltarse ninguna de las cinco comidas, tomar fruta de postre al menos en una de las comidas principales y en desayuno o merienda, tomar vegetales crudos una vez al día… Todo esto hará que la llegada de septiembre sea menos traumática, porque ya tendrán interiorizados estos buenos hábitos (muchos de nuestros niños irán al comedor además).
3. Reforzar otros hábitos paulatinamente desde la segunda quincena de agosto. Sobre todo en cuanto al horario se refiere: horarios de comidas, hora de ir a la cama y de despertarse. Debemos comenzar poco a poco, de manera que no les cueste madrugar cuando llegue el primer día de clase (o les cueste menos). Intentaremos introducir actividades más tranquilas los días previos al inicio de las clases, sin renunciar al ocio propio de estas fechas (por ejemplo, si vivimos en una zona de playa, podemos seguir yendo, pero sin pasar todo el día allí, o lo mismo con la piscina). Visitar un museo, ir juntos a una librería y elegir un libro nuevo o comprar juntos algunos materiales para la escuela, dibujar o repasar la tarea de vacaciones (si la hay), incluso retomar el leer un cuento con ellos cada noche antes de ir a dormir, si es que se ha relajado este hábito durante el verano (en otro “post” tenéis “El niño que no quería ir al cole”, por si queréis leerlo con vuestros hijos). Este cambio de ritmo ayudará a preparar al niño o a la niña para la rutina escolar y lo familiarizará de nuevo con las obligaciones del “cole”. Además, verán la parte lúdica de esas “tareas” y serán más receptivos a ellas cuando empiecen las clases.
4. Practicar la escucha activa. No debemos nunca monopolizar el discurso ante nuestros hijos cuando una situación les provoque inquietud. Deben poder expresarnos lo que sienten en todo momento y nosotros les haremos ver que comprendemos cómo se sienten, a través de nuestro lenguaje corporal (mantener la mirada, asentir con la cabeza, cogerles de la mano o simplemente mantener algún tipo de contacto físico cuando demuestren preocupación) y con nuestro lenguaje verbal. En este punto es muy importante hacer pequeños resúmenes de lo que nos están contando, utilizando una forma de expresión sencilla, sin interrumpir su discurso, para que ellos sepan que los entendemos (por ejemplo: “entonces lo que te preocupa de la vuelta al “cole” es estar muchas horas sin mamá”; o “te preocupa si tus amigos van a querer jugar contigo en el recreo como el año pasado”). Después ofreceremos consejo, brevemente y sin imposiciones. Hazle ver que sus preocupaciones no son exclusivas y que hay otros niños (sus hermanos, sus amigos o compañeros de clase) que se sienten como él. Recuérdale que además de a ti tiene a otros adultos, como su “seño” que lo van a ayudar a él y a los demás en todo lo que sea necesario.
Cada niño evidentemente reaccionará de una forma diferente, pero con estas pautas generales podremos ayudar a nuestro hijo o hija a que la vuelta al colegio sea lo más positiva posible. En mi caso, como mamá de gemelos (niño y niña), el trabajo es paralelo (cada uno necesita el mismo tipo de atención puesto que están en la misma etapa evolutiva) pero diferente: mi hija y mi hijo tienen caracteres muy diferentes y eso hace que cada uno exprese sus emociones de una manera distinta, incluso que les preocupen cosas a veces opuestas. Somos nosotros como padres los que, conociendo a nuestros hijos como los conocemos, debemos actuar en consecuencia. Sin olvidar nunca que nosotros también fuimos una vez niños y que en algún momento también nos sentimos inquietos por lo mismo que preocupa ahora a nuestros hijos.
¿Qué pensáis vosotros? ¿Cómo afrontan vuestros hijos la vuelta al “cole”? ¿Hay alguna buena práctica que queráis compartir? Dejad vuestro comentario y contádnosla. Muchas gracias por vuestra atención y ¡feliz vuelta al “cole”!