Ayelet Waldan tiene su punto de vista sobre el amor, ella desde el mío, confunde el amor a los hijos con el amor a la pareja, son cosas totalmente distintas, y su bien es cierto que ambos pueden ser inmensos, no tienen nada que ver. ¿Por qué ver en la nueva paternidad un acto de "devoción irreflexiva"?, ¿por que ser padres conscientes, amorosos, informados, nos lleva a ser catalogados como miembros de la nueva religión de la paternidad?.
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Danielle Teller en su artículo, menciona que la vida tiene un gran valor al nacer, la naturaleza nos dota del instinto de supervivencia de la especie, protegemos a nuestros tiernos bebés, de esta manera la especie sobrevive, pero también habla de que el ser humano va perdiendo valor. Creo que es una forma retorcida de ver la vida, y otra visión mas del irrespeto que algunos sienten hacia los niños. Los niños deben ser cuidados, protegidos, orientados, sobre todo amados, si no, ¿cómo saldrán adelante?, los hijos no se crían solos, y se supone que de esos mimos, abrazos, el apego, el amor de nuestros padres, la educación que nos dan, y las herramientas que nos brindaron desde que nacimos, hacen que seamos adultos responsables, capaces e independientes, con la fortaleza suficiente para cuidar de las próxima generación, sin que haga falta poner letreros en los coches, como sugiere esta autora: "persona de mediana edad a bordo" para advertir a los demás que se debe tener sumo cuidado con un igual.
Otra de las señales de que los padres formamos parte de una nueva religión a su modo de ver, es que no admitimos que nuestros hijos no nos gustan todo el tiempo. ¿Y que ganamos con eso?, cada niño es diferente, y como seres humanos que son, tiene manifestaciones de alegría, tristeza, rabia, hambre, cansancio, pero son pequeños, tan pequeños que ni ellos mismos pueden entender muchas veces que les pasa y no saben manejar sus sentimientos. En noviembre mi hijo protagonizó una pataleta de una hora en un supermercado, se arrastró por todos los departamentos, recibí comentarios, de apoyo, de consuelo, señalamientos y criticas, pero no por eso iba ir a la megafonía a decir que mi hijo en ese momento era un niño horrible y que lo cambiaba por uno de serie hecho a medida, no, es mi hijo, lo amo, lo entiendo, le tengo paciencia, se me agota, respiro y la recupero, pero no soy parte de una secta ni veo la paternidad como una religión donde mi hijo es intocable, ni tampoco lo soy por acompañarlo en calma durante sus momentos malos y estar allí para darle un abrazo de consuelo.
Por último, comenta que los padres que se han unido por amor, terminan llevando vidas "hijo-centristas", perdiendo el contacto con la pareja hasta convertirnos en totales desconocidos con el paso de los años, cuando los hijos a se hallan ido de casa. La vida de pareja, se nutre del amor, la comunicación, comprensión, respeto mutuo y de compartir, no hay que echar a los hijos a un lado para que la pareja se sienta amada y querida, pero si es necesario hacerle entender a nuestra pareja que muchas veces estamos cansadas, no nos provoca tener sexo, que las conversaciones ahora son dándole la teta al bebé, colechando o corriendo detrás del niño porque se ha montado sobre la mesa y se puede caer, que necesitamos ayuda, y que en la medida que nuestras parejas se involucren en la crianza y nos apoyen, se darán cuenta de que es lo que nos pasa. No es cuestión de amo mas a mi hijo que a ti, o yo estoy enamorada de mi esposo y de mi hijo no. La paternidad no es una nueva religión, amamos a nuestros hijos, amamos a nuestras parejas, son amores distintos, con pasiones distintas, asegurar que nuestros hijos son como los dioses de nuestra nueva religión, es retorcido, poco respetuoso con la familia, con el concepto de pareja y desleal con nosotros como padres que queremos lo mejor para nuestros hijos, sin que eso se traduzca en que nos anulamos como seres humanos ni tirar por la borda nuestra relación de pareja.