El tema que hoy trato va encaminado hacia la importancia de cómo los juicios de valor que realizamos como consecuencia de nuestras percepciones influyen en nuestro entorno de manera positiva y negativa incluso a pesar de nuestras buenas intenciones.
La manera más fácil de demostrarlo es a través de la Escalera de la inferencia acuñada por Chris Argyris.
A partir de ella establecemos una serie de pasos que nos llevan desde nuestra primera percepción hasta el final de la escalera en la que actuamos de acuerdo a una serie de circunstancias que han influido en el camino, como consecuencia de que asumimos ciertas cosas que nos llevan a otras:
Datos objetivos de la realidad: "Mi hijo suspende un examen". En sí mismo es un hecho objetivo.
Interpretación del hecho: "No ha estudiado lo suficiente", " La asignatura no estaba bien explicada por el maestro"… En este punto interpretamos en función a nuestra percepción el hecho objetivo que tratábamos y de esa percepción va a depender el resto de las consecuencias. Nuestra percepción se ve influida por nuestras circunstancias personales y nuestras propias percepciones anteriores. El ejemplo de que el niño no ha estudiado si anteriormente hemos visto que no dedica tiempo a los deberes; el caso de la falta de conocimiento por parte del niño como consecuencia de una mala acción docente, cuando tenemos la percepción de que aunque el niño pone todo su empeño sólo nos queda echar la culpa al docente.
Juzgar y opinar: Como resultado de nuestras percepciones del paso anterior derivamos en nuevas asunciones. Asumimos que nuestro hijo, o bien puede ser un irresponsable porque no prepara con suficiente antelación el estudio para el examen, o bien es un niño desorganizado? O en el caso del maestro le juzgamos por su mala praxis llevándonos a ejercer reacciones negativas contra el restándole autoridad y por tanto, incluso poniendo en riesgo la actitud de nuestro hijo en clase.
Conclusiones y actuaciones: Todas aquellas que se van a derivar de esta última percepción. Por ejemplo, castigar a nuestro hijo sin juegos, sin salir…O dirigirnos al colegio para hablar con el profesor, hablar con otros padres para conocer su opinión respecto del profesor, etc.
Otro tipo de ejemplo claro es el que podéis leer en este otro artículo. En él comprobamos como una previa pregunta hubiera evitado el resto de asunciones y consecuencias desagradables, a pesar de la buena intención.
Esto sucede habitualmente en unos minutos o incluso segundos, provocando que nos hagamos una idea de la situación sin una clara reflexión sobre el tema. En la escuela sucede igualmente provocando, como en los ejemplos, claros casos de falta de conocimiento de la situación real, o todo lo real que podamos llegar a conocer. La impulsividad que generan nuestras percepciones en su función más ejecutiva repercute en todo nuestro entorno y de esta manera emitimos juicios de valor que carecen de la profundidad y el respeto que merecerían.
Estos juicios de valor producen cierta indefensión aprendida (M.Seligman) en los alumnos cuando los tachamos de vagos, de poco estudiosos o incluso al contrario, permitiendo que nuestra percepción se quede en la suya y exija esa actuación concreta en adelante.
La solución no es otra que buscar información en cada una de las etapas expuestas en la Escalera de la Inferencia. Pararnos a comprobar los datos, los hechos, lo que les rodea y no dar por supuestas cosas que sólo percibimos nosotros y que desencadenan una inadecuada respuesta.
Por tanto, utilizar la Escalera como herramienta de comunicación y diálogo nos puede servir para una profundización en el aprendizaje de la situación, máxime si colaboran varios que aporten distintas percepciones y abarquemos de ese modo un mayor núcleo de conocimiento. Llegaremos entre todos a un conocimiento más complejo y creativo y estaremos en mejor disposición de emitir juicios, aunque siempre nos faltará información. Pero desde luego incrementaremos nuestra tolerancia y respeto.
Por eso, cuando vuestros hijos lleguen con las notas a casa, recordad este artículo y comprobad todos los hechos que han influido, para bien o para mal, en esos resultados. Es bueno analizarlos en cualquier caso para conocer lo que se debe seguir haciendo y lo que se debe cambiar para mejorar, sin recriminar actuaciones y siempre desde el diálogo compartido entre todos los intervinientes, porque, al fin y al cabo, queremos lo mejor para ellos y es que logren un aprendizaje eficaz.
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