Mañana dejarás de ser una niña mayor y pequeñita a la vez, como dices ser ahora, y te convertirás en una mujer que, si la vida no la cambia, será revolucionaria y salvaje. A tu manera. Y tendrá las ideas muy claras. Y las defenderá hasta el final, porque como decía el Che, en una revolución, si es verdadera, se triunfa o se muere. Y tú vas a triunfar.
Mañana te irás de excursión con tus compis de guardería a la granja escuela, tu primera excursión de un día completo. Y puede que mañana también te vayas de Erasmus. O de Interrail. O que decidas recorrer el mundo para intentar comprenderlo mejor.
Mañana dejarás de ver en mí a lo que a tus ojos es un papá perfecto. Y empezarás a encontrarme taras. Y a mirarme con desconfianza. Y a ver los defectos que se escapan cada día por las costuras de ese disfraz de súper papá que tú me has creado y que me queda demasiado grande. Y entonces, mañana, como decía Diego Ojeda, dejarás de ser “una margarita de esas que sólo saben decir que sí”. Y me dirás que no. Y te enfadarás conmigo. Y mi figura se hará añicos tras caer de tu pedestal.
Mañana iremos a tomar el helado que te prometí ayer. De vainilla y chocolate, por supuesto. En la heladería Alboraya, donde papá por fin ha encontrado la horchata que tanto añoraba desde que vive en Madrid. Y nos pringaremos hasta arriba de helado. Y no pasará nada, porque la ropa está para mancharse y hay que aprovechar el buen tiempo. Porque mañana volverá a llegar el otoño. Y la lluvia. Y el frío. Y de camino al invierno te convertirás de repente en hermana mayor. Mañana.
Mañana por la noche te leeré ‘El viejo y la margarita’, el libro que te compramos mientras dormías en la feria del libro. Y mañana quizás leas a Hemingway y pases las páginas gastadas de ‘El viejo y el mar’. O a Baricco. O a Auster. O a Trueba. O a Scott Fitzgerald. Y entiendas que como escribía Carlos Ruíz Zafón en ‘La sombra del viento’, “cada libro tiene alma. El alma de quien lo escribió, y el alma de quienes lo leyeron y vivieron y soñaron con él.
Mañana iremos otra vez al Retiro a llenarnos los pies de arena en alguno de sus parques infantiles. Y nos sentaremos a ver unos títeres o cualquiera de los espectáculos improvisados que se reproducen en cada uno de sus caminos del deseo. Mañana, quizás, robes y te roben los primeros besos en esos mismos parques, en esos mismos bancos, sobre ese mismo verde.
Mañana veremos un capítulo de Patrulla Canina. E iremos al cine a ver juntos la última película de Pixar. Mañana, quizás, te sentarás a mi lado en el sofá y lloraremos juntos viendo el final de Cinema Paradiso. Y suplicaremos a Ingrid Bergman que no coja ese avión, y le juraremos que nunca se arrepentirá de quedarse con Humphrey Bogart. Y le pediremos a Sam que toque otra vez ‘As time goes by’. Y le demostraremos a Amelie que no, que no son malos tiempos para los soñadores.
Mañana será lo que tú quieras que sea, porque lo maravilloso de vosotros, los niños, es que sois un libro en blanco con todas las páginas por escribir. Por eso me encanta escucharte hablar de “mañana”, de ese “mañana” que para ti aún es un espacio temporal indefinido que abarca desde dentro de unas horas hasta el fin de los días. Un mañana infinito que te da pie a muchos planes y a muchos sueños. Y todos los vas a poder cumplir, porque siempre te quedará un mañana.
*La maravillosa foto que acompaña este artículo es de Nieves Sánchez, que además de amiga, buena persona y madre de una niña preciosa que parece un calco de Mara, es también una artista con la cámara en la mano. El otro día, sin ir más lejos, nos pasó algunas de las mejores fotos que tenemos de la pequeña saltamontes. La captó en estado puro. Libre, salvaje y anárquica como es ella. Gracias, Nieves.