Cuando Mummy me pidió que colaborase en el blog empece a pensar en escribir sobre la responsabilidad, la falta de sueño, los cambios en la vida que tenía anteriormente... Ninguno supondría una novedad sobre lo que casi todo el mundo ya sabe. Sin embargo, desde que llegó Txikicute (bueno algún mes después) tengo una pregunta rondándome la cabeza. ¿Qué pasaría si el peque se diese la vuelta justo en el momento en el que le sueltas el pañal? Ahora ya lo sé. Sí, sí, que no es un tema de alto nivel intelectual, pero ¿conocéis la respuesta? Pues lo vais a saber.
Lo primero que pasa es que te atenaza el pánico. Pierdes los sentidos. La vista se te nubla, el tacto no funciona, el olfato lo llevabas desactivado desde el momento en el que has encarado el cambiador y el grito sordo que viene a tu boca, que reprimes para no asustar al travieso culo pringado, te baja hacia las tripas provocando una súbita taquicardia. ¿El sabor? Hombre, no
Todo ello dura un solo segundo, lo que tardas en reaccionar, pero ya es demasiado tarde. El daño está hecho. Al girarse, hay una opción de salvar el culo -literalmente- en el momento que el sujeto se encuentra decúbito prono. Así en plan técnico parece menos guarrete todo el asunto. Es decir que mientras se halla boca abajo tiene remedio. lo que pasa es que esas décimas coinciden con el susto inicial y...
Lo que nos lleva a que las posaderas del enano hacen justicia a su nombre y se posan. ¿En el cambiador? Sí, claro. Ni que esto fuera el país de la pirueta. Van derechas a la pared. Tomaaaa. Seguramente no verás el cachete rozar la pintura, aunque no hace falta ser un CSI para deducir que el culo entró señor McEnroe cuando veas la escena del crimen.
Entonces, por alguna razón que nunca comprenderé, lanzas la mano a la pared. Como si hubiera una opción que no sea empeorarlo todo. Afortunadamente, el mueble de Ikea sobre el que está el cambiador es tan ancho que el zarpazo no alcanza su objetivo. Fiuuuu
Lo malo es que Txikicute ha cambiado de postura otra vez y su pie sí ha hecho blanco (marrón) en el pañal. ¡Mierda! Nunca mejor dicho. La cosa se está poniendo fea. Esto no lo arreglas ni con un camión de toallitas húmedas. O igual sí. Pero de pura casualidad. Suerte que al sacar los tissues, el enano te ha robado la primera, limpia aún (thanks god, porque se la ha metido a la boca). Con el bocado se tranquiliza y puedes iniciar la retirada del chapapote.
Lo más urgente, el pie. ¿Cómo puede meterse todo esto entre unos deditos tan pequeños? Y cada vez que los tocas se lo toma a coña y retoma el juego. Quieto fiera. Fuera lo más gordo y a otra cosa. El resto ya saldrá en el baño.
Con las extremidades apañadas, que no limpias, es el momento de ponerse al tema. Al tema que te ha llevado al cambiador antes de todo este sainete. Procedimiento habitual. Dar cera, quitar cera, quitar cera, más cera, más cera y pañal limpio. Levantamos, cerrar, cerrar, body abajo, corchete y... Puro automatismo. Como los reclutas de La chaqueta metálica montando su arma.
Si limpio la pared y no escribo un post sobre el suceso, Mummy ni se entera. Pobre iluso. Sueña, sueña. La verdad es que las toallitas van bastante bien para asear la pintura. Lo quitan todo. Solo hay un problema. Txikicute se queda con lo que estás haciendo y te imita. Recuerdas aquella toallita que tenía en la boca. Ahora la está restregando por toda la pared. Socorro.