Si hace unos años alguien me hubiese preguntado cuál era mi sueño, sin pensarlo dos veces hubiese contestado:
¡Un armario!
Sí, un ordenadísimo armario surtido de innumerables vestidos, faldas, pantalones, chaquetas...y , una zona especial para mis dos pasiones: los zapatos y los bolsos. Sí, consciente de parecer materialista, consumista, frívola y todos aquello que se les pueda pasar por la cabeza; curiosamente contradiciendo mis ideales de izquierdas, esa hubiese sido sin duda alguna mi respuesta.
Hoy, sigo soñando con un armario pero, ya no lo veo lleno de trapitos, Manolos, Jimmy Choo o unos suelas rojas de Louboutin... No, mi ideal de armario ha variado, dándome igual su contenido; ahora solo me interesa que tenga una puerta interior.
¡Sí! Ahora no sueño con un ropero con fondo de armario, sino con un armario de doble fondo. Un doble fondo mágico, al que llegar atravesando esa puerta de escape, esa puerta que va directa a otro mundo, a otro lugar, a otro tiempo...
Sí, sueño con mi propio armario de Narnia, pero mi Narnia particular nada tiene que ver con la del libro. No hay brujas, salvo yo, no hay leones, elfos, duendes ni ningún ser mágico. No, para mundos mágicos ya tengo los creados por mi piojo.
No, esa puerta da un salto a un tiempo anterior. No hace falta dar mucha vuelta al reloj, con llegar a principios de siglo tengo suficiente.Uff... ¡qué mal suena lo de principios de siglo!
Un tiempo en el que mi único problema era qué ropa ponerme, un tiempo en el que escuchaba los problemas de los demás para darme cuenta de lo feliz que era... y no, no se lleven a error. No quiero decir con esto que no sea feliz. Nada más lejos de mi intención pero a veces solo a veces, me gustaría abrir la puerta del armario colarme en él mientras en casa resuenan los múltiples:
¡Mamiiiiiiis!
abrir esa puerta mágica y vivir un par de días tranquilamente.
Un par de días que solo fueran minutos para los de este lado. Luego volvería con más fuerzas...con las pilas recargadas, volviendo a retomar mi vida en el mismo punto, con los mismos ¡Mamiiiiiiiis! tatuándose a fuego lento en mi cerebro. Eso sí, sabiendo que en cualquier momento, cuando me vea a punto de explotar, puedo adentrarme en ese armario y, volver a ese otro mundo en el que escuchaba ¡Mamiiiiiiii! y no me giraba en la calle.
¡Ojo! No sería egoísta, compartiría armario con papi piojo y con todo aquel que necesite ese pequeño momento de desconexión... ¿Y ahora quieres un armario?
Besitos avainillados