Hoy volvemos a dejarnos caer por París con la prole. Aunque os lo digo siempre, lo cierto es que acostumbrarse a viajar con los niños desde bien pequeños, es más que beneficioso. Los niños son observadores por naturaleza, tienen una mente completamente abierta hacia todo lo que les rodea y mejoran sensiblemente su capacidad de adaptación.
Cuando viajáis con ellos, se acostumbran a dormir en hoteles, a comer en diferentes lugares y a distintas horas, se adaptan a los tiempos de espera en los aeropuertos o en las colas de los museos y se inventan juegos para pasar el rato. Y cómo no, aprenden. Y sino que se lo digan a mi sobrino, de cuatro años, que cuando entró en el Louvre y vio la Gioconda dijo “¡mira mamá, la Mona Lisa!”
Hoy quiero hablaros de los contrastes entre el viejo París que vimos en Le Marais y el exponente más moderno y vanguardista de su arquitectura, el Centro de Arte Moderno Georges-Pompidou.
Comenzaremos nuestro paseo desde la Plaza Des Vosges, donde lo dejamos en el último post en el que os hablé de París. Desde ahí, podemos llegar hasta el Pompidou a través de la Rue de Sevigne salpicada de tiendas de perfumes y galerías de arte. De camino, podemos hacer parada en varios lugares interesantes como son el Museo Carnavalet o el Museo Picasso.
Pero si lo tuyo es dejarte llevar por el ambiente callejero, te recomiendo que camines por las bocacalles que parten de la Rue de Rivoli en donde podrás conocer un poco mejor el París cosmopolita, el de tiendas cada dos pasos, el del gentío y los restaurantes étnicos. Y cómo no, el París del arte callejero.
La obra de ampliación del museo fue encargada al arquitecto Richard Rogers y aunque en su momento generó mucha controversia, lo cierto es que en este caso, el continente es admirado al igual que el contenido. Toda la fachada, con sus tubos de colores, se impone en uno de los barrios más antiguos de París llamando la atención y obligándote a mirar hacia arriba.
Como curiosidad os contaré que los tubos azules son para el aire acondicionado, los verdes para el agua, los amarillos para la electricidad y los rojos para las escaleras mecánicas y ascensores. Por otro lado, si vais con los niños, hay actividades artísticas especialmente destinadas a ellos.
Y nada mejor después de una jornada de museo y caminata, que sentarse en un banco a descansar mientras observas el movimiento. Y digo bien. Porque junto al Centro Pompidou, se encuentra la Plaza Igor Stravinsky. Puro arte en movimiento de coloridos llamativos y esculturas modernas.
Sí, es una plaza y como en casi todas las plazas, hay una fuente. Sin embargo, ésta no es una plaza cualquiera y sus fuentes no se parecen a las demás. Pegada a la iglesia de Sant Merri, casi podrías pensar que desentona con el ambiente, sin embargo, esta plaza está siempre repleta de artistas y de gente joven por lo tanto ¿qué más da que no pegue ni con cola?
Espero que os animéis a viajar a París con los peques. Es una ciudad muy cómoda, perfectamente comunicada y con miles de cosas que hacer. Por mi parte, os espero por aquí, como siempre y me encantará leer vuestros comentarios.
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