Nunca me he considerado buena escritora, aunque mi madre diga que sí. ¡Que va a decir una madre! Pero de vez en cuando me arranco y salen cosas como estas. El Primer Certamen Literario Caldo Aneto: Cuentos de Navidad ha sido el culpable de que me pique el gusanillo de volver a escribir. Espero que os guste:
Llegó el día en el que tocaba decir adiós. Nunca pensé que fuera a ser así. Tan intenso, tan exultante, tan diferente de cómo lo había imaginado.
Habían sido muchos años de bregar codo con codo con mis compañeros. Días en los que la carga era grande, pero la ilusión y las ganas por sacar el trabajo adelante era aún mayores.
Y ahí estaba. Plantada delante de la puerta sin saber muy bien qué decir ni qué hacer. Llevarme todas mis cosas me parecía una tontería y dejarlas, una provocación.
Ya nada importaba pero me preocupaba qué iba a pasar con lo que había logrado después de tanta dedicación. ¿Se quedaría en un cajón olvidado? ¿Lo retomaría algún loco como yo?
La gente pasaba a mi alrededor y los que me conocían me sonreían y los que no, cuchicheaban a mis espaldas. Sabía que la noticia había corrido como la pólvora y no me gustaba. Había sido yo, pero como le había pasado a tantos y, por eso, no me sentía diferente.
Desde ese momento, ¿cambiaría mi relación con mis amigos? ¿Con mi pareja? ¿Con mis conocidos? Todo era nuevo y no quería que lo fuera.
Entonces volví a casa. Me esperaban para comer y un Caldo de Navidad humeante aguardaba sobre la mesa. Entonces entendí que nada iba a cambiar aunque en mi cabeza seguían sonando las voces de aquellos niños de San Ildefonso repitiendo sin parar mi número y después 400.000 euros