Muchas mujeres viven el parto de una manera que no imaginaban, ya sea porque surgen complicaciones o, simplemente, porque esperaban otra cosa.
Lo cierto es que cuando vas a tener a tu bebé, por más que leas, escuches o veas nunca vas a estar del todo preparada porque es muy difícil llegar a imaginar cómo será ese momento. Así que planear hasta el último detalle y aferrarte a ello con fuerza no solo es inútil sino que, en la mayoría de casos, frustrante.
Lo mejor es prepararnos de la manera que mejor creamos (yendo a clases preparto, haciendo yoga, meditando, leyendo, conversando con otras mamás, escuchando a nuestro cuerpo, …) y tener lo básico muy bien organizado (hospital o comadronas, personas que cuidarán de tus otros hijos si los tienes, ropita, coche, artículos de higiene y curas para el puerperio, etc.) pero sabiendo y teniendo claro que las cosas surgirán de manera natural y que tú puedes reaccionar de la manera que menos imaginabas.
Algo que aprendí en primer parto es que siempre hay que tener un plan b (básicamente cuando decides parto natural, en casa o en una clínica que no está demasiado cerca) porque pueden surgir muchos imprevistos y tener que cambiar de planes en el último momento.
Y algo que tuve que aprender en mi segundo embarazo es que, aunque no tiene porqué pasar nada, puede que sí ocurra. Puede que el parto no vaya como esperabas y tengan que hacerte una cesárea de úrgencia. O puede que las cosas se compliquen y, en vez de dar a luz en tu casa, tengas que salir corriendo hacia el hospital. Por no hablar otras posibles situaciones.
A lo que quiero referirme con esto es que hay que tomar conciencia del momento tan importante que es el parto y, a la vez, tan arriesgado. Hay que confiar en Dios y en tu camino, escuchar tu cuerpo y rodearte de gente en la que confíes para que puedan apoyarte y cuidarte en todo momento. Y no olvidar que cuanto más confiada y libre te sientas, más posibilidades tendrás de vivir un parto maravilloso.