Soy voluntaria en un albergue donde viven madres adolescentes de 12 a 18 con sus bebés, la mayoría de ellas con una historia de abusos sistemáticos por parte de familiares cercanos. En consulta les hago preguntas sobre su historia: ¿Quién las embarazó?, ¿Cómo ocurrieran los hechos?, ¿Desde que edad fueron víctimas de tocamientos?, ¿Cuántas veces fueron abusadas sexualmente?, etc. Toco el tema sin sorprenderme ni titubear, sin incomodidad, como si estuviéramos conversando del clima...porque estoy acostumbrada...y no quiero estarlo.
Por momentos me descubro a mi misma insensible, ajena al tema... hasta que empiezo a recordar las agresiones verbales (¿todavía los llaman piropos?) a las que he estado expuesta en mi adolescencia, a las veces que tuve que cambiar mi camino para no encontrarme con algún grupo de chicos que quisiera faltarme el respeto, con miedo a sentir a algún hombre pegado junto a mi en el micro. Si esto te parece familiar tu también tienes mucho que decir, mucho que reclamar.
La marcha del 13 de Agosto es por mi misma, por mis niñas, por tus niñas y es por todas esas casi niñas que me miran en consulta y que me dicen que no creen en los hombres, que ya no son capaces de imaginar que es la felicidad porque alguien les arruinó parte de sus vidas.
No permitamos que nuestras niñas escuchen las noticias actuales, sobre la violencia de género o el último fallo dado por la justicia en el caso Guillén, sin reflexionar. Conversemos sobre el tema, enseñémosles a nunca quedarse calladas, trabajemos en la confianza y seguridad que les brindamos y sobre todo hagámonos la pregunta...si mi hija fuera víctima de algún tipo de agresión sexual...
¿Sería yo la persona que ella elegiría para contárselo?
Replico esta frase que encontré en un colectivo feminista:
¡Si nos tocan a una nos tocan a todas!
Nos vemos en la marcha!