Los años que dedicamos al cuidado de nuestros hijos y los sentimientos desarrollados en el tiempo de la maternidad en ocasiones dificultan el desprendimiento, sin embargo la vida nos ofrece múltiples situaciones, a la par del desarrollo evolutivo de los niños, para lograr entender la importancia del "dejarlos ir". Es interesante notar que nuestros niños nos son arrebatados por la propia naturaleza, por ese instinto biológico que impulsa al ser humano desde temprana edad a buscar su autonomía y a demostrarse a si mismos cuales son sus límites. Dejar que los niños crezcan, brindarles seguridad y confiar en ellos, son algunos de los más preciados regalos que podamos darles como padres.
Mis tres hijos: Rodrigo, Micaela y Jimena
Pensando en este tema que muchas veces me resultó lejano (ahora entiendo que nunca lo fue), pensé en mi misma y en las veces que tuve que dejar ir a mi hijo mayor: cuando dejó mis brazos para aventurarse a caminar, cuando dejó de lactar, cuando fue por primera vez al nido, cuando tomó un micro a sus doce años, cuando tuvo su primera enamorada y cuando finalmente me comunicó que se casaría...y de repente me dí cuenta que se acabó....ya era tiempo de dejarlo ir por completo, ambos estábamos preparados.
Es bastante conocida (y cobra ahora mucho valor para mi) el fragmento de una de las obras de Kalhil Gibram:
"Tus hijos no son tus hijos, son hijos e hijas de la vida deseosa de sí misma. No vienen de ti, sino a través de ti y aunque estén contigo no te pertenecen"
Alas y buen viento en la aventura de la crianza queridos padres.
Lucía