La adolescencia de nuestros niños nos halla desprevenidos, de repente nuestra niña o niño ya no quiere que lo acompañemos al colegio, nuestras ideas, antes valoradas y aceptadas sin chistar, ya no resultan tan atractivas, y si tú aún creías que llevabas la dirección de la vida de tu adolescente, te sentirás un tanto frustrado al comprobar que ahora tu sitio es en el asiento del copiloto.
El alejamiento de nuestro adolescente es parte esencial en esta etapa del desarrollo, así como lo fue el aprender a caminar, el control de esfínteres, el ir al colegio por primera vez, etc. Todo cambio o paso andado forma parte del recorrido de estos pequeños seres humanos hacia la etapa adulta.
Cuando nuestro adolescente (no tan nuestro) empieza a alejarse, parte esencial del desarrollo se está cumpliendo, aunque nos duela o incomode.
Pero como usualmente ocurre, todo tiene un lado positivo que haríamos bien en tomar en cuenta,
Siegel comenta en su libro Tormenta Cerebral sobre los dos lados de la moneda en la adolescencia.
Un lado de la moneda es el que nos frustra y preocupa: el adolescente que no mide el impacto de sus actos, el adolescente apasionado que va detrás de aquello que quiere sin medir peligros, el adolescente indestructible, ese que no sabe de límites.
El otro lado de la moneda es el positivo, el lado constructivo, el que es posible observar en sus aportes sociales, tecnológicos y artísticos,¡Qué gran potencial encierran!, se alejan de los pensamientos tradicionales para dar lugar a ideas innovadoras que surgen de ese entusiasmo que los caracteriza.
Entendiendo lo complejo de la adolescencia haríamos bien en quedarnos con la tarea de descubrir, o mejor aún, de querer descubrir ese potencial y aprender a convivir junto a ellos acomodándonos a sus nuevas características. Aún necesitan a sus padres cerca, pero ya no a los padres de los niños que fueron. Indiscutiblemente nuestras estrategias en la crianza deberán ser replanteadas al llegar la adolescencia.
Lucía