Los que me seguís habitualmente sabréis que no suelo pronunciarme ante determinados casos mediáticos, no lo hice en el último gran caso producido en España hace pocos meses en la que la víctima fue un niño de apenas 9 años. Todos lo recordaréis, todos sabéis a quién me refiero. No suelo pronunciarme por respeto al dolor de las familias. No lo hago porque no quiero aprovechar el tirón para tener más lectores, no lo hago porque creo que no debo hacer sensacionalismo. Pero esta vez no puedo ni debo callar lo que pienso. Esta vez yo digo No, Yo digo basta.
¡Basta! ¡Basta, ya! No podemos tolerar ni una sola agresión, abuso o violación más! ¡Basta, ya! Ni un solo feminicidio más. ¡Basta! ¡Basta de esta educación machista que nos agrede y mata! ¡Basta de tolerar y permitir comentarios sexistas! ¡Basta de menosprecios, ninguneos y de creer que debemos someternos a la voluntad patriarcal! ¡Basta! ¡Ya, basta!
La sentencia de la manada, mejor dicho jauría de hienas como también se les ha denominado, ha sobrepasado todas las líneas rojas. ¡Ya basta! Yo digo no, no lo tolero, no lo acepto, no me callo, no lo permito ni permitiré que mis hijos se eduquen en una sociedad donde crean que los hombres pueden hacer lo que quieran con las mujeres. No. Yo digo no. Yo no voy a educar a mis hijos en valores machistas. Y eso es lo que la sentencia hace: perpetuar esta lacra social donde determinados hombres se creen con el poder de someternos a su voluntad y de hacer con nosotras lo que deseen.
Yo digo NO. No, señores, no. Un “no” siempre es “no”. Y ¿saben? un sí puede acabar siendo un no, porque tenemos derecho a cambiar de opinión. Sí, señores, sí. Nosotras tenemos derecho a decidir hasta dónde queremos llegar.
Y no, señores, no. Las mujeres no sienten placer, no gozan al ser violadas.
Si, señores, si. El miedo funciona así. Nos paraliza, porque no huir o no defenderse es una reacción emocional normal del miedo que garantiza la supervivencia.
No, señores, no. La mejor opción no hubiera sido gritar o pelear. Esa conducta no hubiera sido funcional. La hubieran matado. Y ustedes lo saben, porque así les ha sucedido a tantas otras mujeres en éste y otros países donde los hombres se creen superiores.
No, señores, no. Me niego a tolerar ni un solo segundo más esta situación.
No, señores, no. Esta vez no me voy a callar y con mi no espero arrastras muchos más. De hecho mi no se une al de millones.
No, señores, no. En mi casa no se perpetuarán errores educacionales que alimentan el machismo que nos ha sometido, maltratado, agredido y matado.
No, señores, no. Madre de dos hijos varones no dejaré de insistir en la educación por la igualdad de géneros. No, no les haré inválidos domésticos privándoles de la obligación de participar como miembros de la familia en las tareas del día a día. No, señores, no. Yo les educo en la tolerancia y el respeto por todas las personas, sin distinción de sexo, edad, etnia o cultura.
No, señores, no. Esta vez ya ¡no!
Y sí, es un artículo de opinión, no quise hacer un artículo buscando explicaciones psicológicas, hoy no. Hoy quiero expresar mi indignación para decir ¡Basta, ya!