Este sentimiento de malestar, insuficiencia y culpa nos acompaña en casi todas las etapas de la maternidad, desde que nuestros hijos son pequeños hasta cuando se convierten en adolescentes. Nos exigimos ser madres impecables: siempre disponibles, con una calma infinita, sin margen de error. Sin embargo, este ideal de la “buena madre” sigue siendo inalcanzable, aunque el mundo a nuestro alrededor haya cambiado. Esta autoexigencia no solo nos pesa, sino que además agota nuestra energía emocional y, a menudo, nos hace dudar de nuestro valor como madres.
Esta sensación se conoce como el Síndrome de mala madre, porque ya sabéis que tendemos a colocar etiquetas a todo, y esto también debía etiquetarse.
Pero, ¿de dónde surge este sentimiento? ¿Por qué nos invade con tanta fuerza la idea de que no estamos haciendo lo suficiente, que nos falta paciencia, o que no llegamos a todo lo que nuestros hijos, la familia o incluso nosotras mismas demandamos?
Desde Mamá Psicóloga Infantil, quiero reflexionar nuevamente sobre esta creencia que nos lastima tanto: sentirnos malas madres, creer que no somos suficientes. Porque, en el fondo, es una carga que llevamos injustamente y que debemos cuestionar. De manera que hoy deseo desmenuzar lentamente el origen de esta creencia, para entender mejor de dónde viene y cómo liberarnos de ella. No digo que vaya a ser fácil, porque no lo será, hay muchas variables en torno a esta idea que nos lo van a poner difícil
¿Qué es el síndrome de mala madre?
La paciencia que no siempre está
Quizás uno de los momentos más duros es cuando perdemos la paciencia. Sabemos que deberíamos mantener la calma, que gritar no es la solución y, aun así, llega ese momento en el que no podemos más. Tal vez ha sido un día agotador, estamos desbordadas y, entonces, explotamos. Y es ahí cuando aparece el monstruo del soy una mala madre.Pero, ¿realmente somos malas madres por perder la paciencia de vez en cuando? Todas pasamos por eso. La crianza es un trabajo emocionalmente exigente, y es normal sentir que a veces estamos sobrepasadas. La clave no está en ser perfectas, sino en aprender de esos momentos, en pedir perdón si es necesario y en mostrar a nuestros hijos que, como ellos, también somos humanas y tenemos emociones.
Te dejo con este post para seguir leyendo sobre esta cuestión : Me siento la peor madre del mundo.
Las expectativas irreales
Parte del problema radica en las expectativas que nos ponemos a nosotras mismas. Nos bombardean con imágenes en redes sociales de madres que parecen tenerlo todo bajo control: casas impecables, niños felices, comidas saludables, y un estado emocional sereno. ¿Pero es esa la realidad? No, no lo es.Nos sentimos malas madres porque comparamos nuestra vida cotidiana, llena de caos y altibajos, con estas imágenes idealizadas. Nos olvidamos de que esas madres, como nosotras, también tienen sus malos días, sus dudas y sus momentos de cansancio extremo. Lo que vemos no es la realidad completa, y compararnos solo nos genera más estrés.
La carga mental invisible
Otro factor que nos lleva a este sentimiento es la carga mental invisible que muchas madres llevamos encima. Gestionar la casa, el trabajo, las emociones de nuestros hijos y nuestras propias emociones puede ser agotador. Nos sentimos responsables de todo y, cuando algo no sale como esperábamos, la culpa aparece.Pero debemos recordar que la maternidad no se trata de ser perfectas, sino de estar presentes. No siempre podremos con todo, y está bien. La perfección no es la meta, el bienestar emocional de nosotras y nuestras familias sí lo es.
Sobre esa sensación de culpa que nos acompaña desde que somos madres/padres he reflexionado en este post Culpa, esa eterna sensación que acompaña a las madres
¿Qué podemos hacer cuando nos sentimos así?
Aceptar nuestros errores: No somos perfectas, ni necesitamos serlo. Es importante recordar que errar es parte del proceso. Nuestros hijos no necesitan madres perfectas, necesitan madres reales, que los quieran, los acompañen y sepan admitir sus errores.
Buscar momentos de autocuidado: Si nos sentimos desbordadas, es una señal de que necesitamos un respiro. Buscar pequeños momentos para nosotras es fundamental. Puede ser algo tan simple como una taza de té tranquila o un paseo corto, pero esos momentos de desconexión nos ayudan a recargar energía.
Pedir ayuda: No tenemos que hacerlo todo solas. Muchas veces, nos cuesta pedir ayuda por miedo a parecer incapaces, pero delegar tareas y contar con nuestra pareja, familiares o amigos es esencial para aliviar la carga mental.
Hablar del tema: Expresar cómo nos sentimos a otras madres o personas de confianza puede ser muy liberador. Compartir nuestras experiencias nos hace darnos cuenta de que no estamos solas en esto y que todas pasamos por momentos difíciles.
Reflexión final
Sentirse una mala madre no es raro. Todas hemos estado allí en algún momento, cuestionando nuestras decisiones, nuestras reacciones y nuestro rol. Pero no somos malas madres por sentirnos cansadas, por perder la paciencia o por no llegar a todo. Somos humanas y estamos haciendo lo mejor que podemos en un rol que, sin duda, es el más complejo y desafiante que jamás enfrentaremos.Si estás pasando por este momento, recuerda que no estás sola. No tienes que ser perfecta para ser una buena madre, solo tienes que estar presente, con tus luces y tus sombras. La maternidad es un camino lleno de desafíos, pero también de oportunidades para aprender, crecer y conectar de manera más auténtica con nuestros hijos.
Imagenes cortesía: Freepik
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