Estupefacto, comencé a reflexionar en ese escaso par de minutos en los que todo transcurrió. Desorden en las aulas de los institutos, vandalismo, padres que no entienden por qué sus hijos adolescentes no obedecen,…eran temas que iban y venían en mi mente. Y lo más curioso es que muchos de los que se consideran víctimas de esas actitudes de los adolescentes de hoy tienen una actitud similar a la de la madre que he descrito.
Gran cantidad de padres vivieron una infancia marcada por la disciplina, en la que un tono de pintalabios más brillante de la cuenta era motivo de discusión. Por otro lado, en aquel periodo todo lo material duraba más (ropa, juguetes,…) con lo que la adquisición de algo nuevo era algo puntual. Pero ¿qué sucede ahora?, los muebles ya no se compran con la idea de que duren para siempre, es algo fugaz, en dos años se cambiarán por nuevos. Al igual que unos zapatos o una maleta, ya nada dura. Antes cada objeto poseía una personalidad propia, algo que lo hacia especial. Qué valores se puede enseñar a esa futura Humanidad que, de momento, tienen un metro de altura, si no se les enseña el valor de las cosas, su origen, los deshechos que producirá,… Ahora por no durar, ni la insistencia de una madre por mantenerse firme en la decisión tomada por ella. Por no durar, no dura la paciencia de una madre por no entrar en el juego de debate del pequeño.
Los objetos, las relaciones, todo va unido por el consumo, no lo podemos evitar, por muy de alternativo que uno se considere, altruista, etc el consumo ya nos envuelve a todos. Nos encontramos cegados ante una nueva realidad que no es posible ver a simple vista, algo nuevo nos conquista… el imperio de lo efímero. Se trata de un tema complejo, del que cada uno tiene una visión, pero es necesaria una autoreflexión del tema
¿Es muy osado mezclar relaciones padres/hijos con el consumo?
Un saludo
M.Ángel Sevilla. Sociólogo y Periodista.