Generalmente, se habla de la maravilla que supone para una mujer convertirse en madre por primera vez, así como de la multitud de cambios que se le van a presentar a todos los niveles, en el inicio de esta nueva etapa de su vida. Es cierto que en ocasiones, no se le concede demasiado protagonismo a la figura paterna, referencia vital durante todo el feliz proceso y que compensa a la mujer en aquellas necesidades o carencias que se le presentan.
Aunque es importante que poco a poco se le esté dando un lugar que merece al papel del padre, a veces conviene recordar que supone mucho más que un fiel 'compañero de fatigas' o un foco a través del cual la embarazada libera todo su estrés.
Herederos de una actitud pasiva
Hace unas décadas, todo lo referente a compras, preparativos, guías y clases de preparación, dudas, así como las pertinentes revisiones periódicas, no parecían ser diseñadas para que un varón las afrontara conjuntamente con su esposa.Por entonces la maternidad se asumía más bien como una etapa inmediata al matrimonio y se asociaba al rol de madre y ama de casa que iba a desempeñar la esposa recién casada.Afortunadamente, apenas existe ya esa obsoleta posición heredada de nuestros tiempos más conservadores, en la que era la madre y en su defecto la futura abuela, las que se encargaban de todo lo referente al embarazo y al nacimiento del bebé.
Ahora los dos ‘dan a la luz’
Hace unos 30 años, era impensable que hombre y mujer acudieran juntos a la sala de partos pero, partir de los años noventa, las cosas empezaron a cambiar hasta hoy en pleno siglo XXI, donde padre y madre gozan de parecidas atenciones y funciones de cara al alumbramiento.Los hombres acuden al hospital tanto o más felices que las esposas, pues ellos no tienen el mismo estado de nervios y ansiedad al no portar al bebé en su vientre, pero las ganas y la exaltación son parecidas.
Darle el lugar que merece
Los hombres que experimentan con sus parejas la magia de un embarazo y posterior alumbramiento, pueden verse sometidos a diferentes presiones derivadas de la inexperiencia y el desconocimiento unidos normalmente, a la juventud. También porque jamás se habían visto antes en una situación parecida y esto les provoca inseguridades que pueden hacerles creer que no van a ser útiles para su pareja.Por ello, la mujer embarazada no debe centrarse, aunque le costará un gran esfuerzo, en sí misma y sí debe, en cambio, prestar atención a la figura paterna, que está trabajando con ella para que el día de mañana el bebé en común cuente con unos progenitores totalmente preparados para la nueva etapa en la que la familia crece.
Estar ahí, para los tres
Sin obsesionarse por ‘hacerlo mal’ o sentirse continuamente torpe o nada eficaz, un hombre que espera un hijo ha de tener muy claros varios puntos. El primero es que es cierto que el gran papel, por así decirlo, no va a ser suyo, sino de la madre, que es la portadora de ese niño que van a tener y a educar a partes iguales. Esto es una circunstancia que se ha de tener en cuenta pero no ha de mermar las ilusiones y los deseos de un padre exultante de felicidad que quiere hacer ‘todo lo que esté en su mano’.También es necesario que el hombre sepa ser comprensivo, solidario y que tenga la habilidad de ponerse en el lugar de su pareja. Durante nueve meses va a presenciar con total seguridad cambios bruscos de humor, irritabilidad, incluso pataletas sin aparente motivo.
Todo esto puede vivirse con estrés y ansiedad si no se sabe calibrar y darle la importancia justa y necesaria. Además, la espera y la paciencia siempre compensan, pues todo ayudará a que el alumbramiento del bebé sea más cómodo y feliz cuando llegue el día.
Él ya goza de ciertos derechos
El permiso de paternidad, ampliado gracias a la Ley Orgánica para la Igualdad entre hombres y mujeres, ha permitido la ampliación del anterior permiso. De esta forma, el padre contará con 15 días de excedencia en total. Además, la baja paternal supondrá que tras las seis semanas de descanso de la madre, el padre puede acogerse a los 10 días posteriores.El padre, al igual que la madre, tiene derecho a reducir su jornada laboral para cuidar de su menor que ha de situarse en una franja de edad inferior a los ocho años. Otra relativa novedad para los padres es la posibilidad de pedir un año de excedencia reservando su puesto de trabajo y con la posibilidad de mantenerlo en categoría equivalente los siguientes dos años.
Las nuevas leye se adaptan con normalidad a las necesidades de los padres primerizos y ayudan que esta figura sea el mejor punto de apoyo para la madre, y uno de los dos puntos de referencia del hijo en común.
Agradecimientos: TorstenManguer/ Flickr, por la foto de portada.