Tal día como hoy hace un mes escribía un post en el que, hablando de todo un poco, os contaba cómo nuestra pequeña saltamontes se dormía de forma inmediata con una canción de ritmos latinos de un grupo cubano al que el papá en prácticas sigue desde que empezó a bailar salsa allá por el lejano 2007 (Ay, cómo pasa el tiempo…). Era cogerla en brazos, poner la canción y marcarnos unos pasos básicos y caer rendida. Mano de santo.
Un mes más tarde la canción ya no funciona como nana. Mara se acerca peligrosamente a los tres meses y a la talla tres de pañal (La niña se nos hace mayor…) y parece que a estas alturas el ritmo latino de la canción, más bien pausado, ya no le convence. Ahora necesita algo más. Más fuerza. Más energía. Más rock ‘n’ roll.
Lo descubrimos hace una semana, cuando nuestra bebé encadenó tres o cuatro noches difíciles. A decir verdad, noches no es la palabra adecuada, porque una vez dormida la peque se pasaba horas sin decir ni pío. Digamos que le costaba dormirse y que eso le provocaba un estrés que se traducía en gritos agudos (¡En qué momento aprendió a hacer eso!) y lloros inconsolables.
Eso hasta que la mamá jefa dio con la tecla. Se bajó la app de Spotify a su smartphone y puso a sonar un recopilatorio de grandes éxitos de Quique González. Abducida por alguna de las canciones más rockeras del madrileño, la mamá se puso a bailar cual estrella del rock en la habitación con la peque en brazos. La pequeña saltamontes, que a esas alturas se reía y alucinaba en colores, ejercía como micro o guitarra eléctrica según se diera el caso. Y así, a base de movimientos que sobre un escenario hubiese firmado el mismísimo Mick Jagger, Mara concilió el sueño en brazos de mamá. Y no una noche, sino varias de forma consecutiva.
Nacía la leyenda de la Pequeña Rock & Roll.