Me estoy dando cuenta de que, con la tontería, he rebautizado ya a Mara (y eso que no la hemos bautizado) con un sinfín de nombres: Nuestra pequeña saltamontes (uno) ha sido ya Lady Caca (dos), Pequeña Rock & Roll (tres), Mara la exploradora (cuatro) y, por supuesto, nuestra entrañable y adorable Maramoto (cinco). Hoy le llega un nuevo título nobiliario que sumar a su ya extensa lista de propiedades nominales. Y sí, puede que su papá en prácticas tenga mucha imaginación y enseguida ponga sus neuronas a funcionar en la búsqueda de conexiones que le sirvan como excusa para publicar un post, pero no es menos cierto que nuestra pequeña saltamontes nos lo pone fácil. A los hechos me remito.
Como bien sabéis los papis y mamis que seguís este blog, en casa decidimos apostar por el Baby Led Weaning como método de introducción de la alimentación complementaria. Y como bien sabréis también los que hayáis optado por la misma alternativa que nosotros, con el BLW los peques tienen mucha libertad para decidir qué quieren comer y qué no, así que no es difícil ver como nuestros bebes empiezan a mostrar desde bien pronto (aunque esto suele ir por rachas, al menos en nuestro caso) predilección por unos alimentos en detrimento de otros. También en nuestro caso personal, se da repetidamente la situación de que Mara puede pasarse días enteros comiendo únicamente uno o dos alimentos, los que en ese momento tiene en más estima, mientras que hace como si no viese todos los demás que le ponemos en el plato. Para ella son como las bolas que atraviesan los desérticos paisajes de las películas del oeste. Puro decorado.
Pues bien, de un tiempo a esta parte, a Maramoto le ha dado por comer cebolleta a espuertas. Así, cruda y a palo seco. Sin dolor. Si ve una cebolleta por la cocina, ya nos podemos olvidar de que coma nada más. Sólo tiene ojos y apetito para ellas. Su vicio es tal que en las últimas semanas he empezado a temer que nuestra pequeña saltamontes pierda su maravilloso aroma de bebé en beneficio de un incalificable olor a cebolleta. Porque no veáis como le canta luego el pozo a la niña. Por bulerías. Aunque estamos tan prendados de ella que ni eso nos importa. Con ella nos pasa como a esos enamorados tan cegados que ni siquiera reparan en el aliento de sus adoradas parejas. No hay dolor (ni olor) cuando triunfa el amor. Toma pareado.
A su irracional devoción por la cebolleta, además, Mara ha añadido otra afición. Como os comenté reciéntemente en un post, nuestra pequeña saltamontes domina ya el noble arte del beber a las mil maravillas. Cuando se le cruzan los cables en la mesa, eso sí, es capaz de liar unas que ni las crecidas del Ebro. Kalise, digo, agua, para todos, que diría Iniesta. Así que muchas de nuestras comidas y cenas en familia acaban así, con nuestra bebé chorreando y desprendiendo ambientador de cebolleta por toda la casa. Como podéis observar, todo muy bucólico.
En este punto entra en juego mi imaginación. Mara ya puede presumir de sexto nombre. Os presento a Miss Cebolleta Mojada