Así, cuando fuimos en agosto a pasar unos días de las vacaciones, el abuelo le enseñó aquello de abrir la boca diciendo “aaaaaaa” mientras te das golpecitos para que suene a ataque indio. Mientras estuvimos en Valencia, nuestra pequeña saltamontes se dejaba hacer por el abuelo, que le resultaba más gracioso. Pero en cuanto nos fuimos para Alicante y luego ya de vuelta en Madrid, Maramoto nos sorprendió poniendo en práctica su particular versión de la enseñanza. Ella, en vez de darse con la palma de la mano, lo hace con el dorso, pero el sonido le sale totalmente profesional. Quién sabe, igual nos saca de pobres doblando spaghuetti westerns…
Hace un par de semanas, de nuevo, volvimos a Valencia para pasar un finde y celebrar mi cumple con familia y amigos. Al regreso a casa nos dimos cuenta de que Mara había aprendido una nueva perrería de su abuelo. En este caso, en la versión original. el abuelo chocaba su cabeza contra la de la peque mientras le decía “a ver que nos damos un coco, un coco…”. Pues bien, ya en Madrid nos dimos cuenta de que en cuanto le decías “un coco”, la pequeña saltamontes acercaba su cabeza a la tuya para que ambas chocasen. Pero la cosa no quedó ahí.
Mientras nos meábamos de risa ante el descubrimiento, nos dimos cuenta de que la peque, tras chocar las cabezas, se tocaba la suya con la mano de forma reiterada. Al principio no entendíamos lo que hacía, pero luego caímos en la cuenta. El abuelo, tras chocar con ella, se tocaba la cabeza mientras gritaba “ay, ay, ay…”, algo que le hacía mucha gracia a nuestra pequeña. Así que ahora era ella la que adoptaba el papel del abuelo y tras darnos el coco, se tocaba la cabeza imitándole. A su manera, eso sí. Y todo ello aderezado con esa sonrisa de seis dientes y palas separadas que le da un aire de pilla que uno tiene que controlarse para no pegarle un bocado…
¿Aprenden muchas cosas vuestros peques de sus abuel@s?