The Walking Dead cerró la semana pasada su quinta temporada dejando a todos sus seguidores (entre los que nos incluimos los papás en prácticas de Maramoto) sin aliento y con el corazón en un puño (No, no sufráis que no voy a hacer ningún spoiler). Al finalizar el último capítulo, y mientras hacía apuestas con la mamá jefa sobre los giros que podría dar el guión en la próxima temporada, me dio por pensar en la hija pequeña (o hijastra, porque nunca quedó claro quién es el padre) de Rick Grimes, el protagonista central de una serie coral como pocas.
Judith Grimes es una bebé que yo diría que tiene la edad de nuestra pequeña saltamontes (mes arriba, mes abajo), pero a la que apenas se ve ni se escucha. De hecho, diría que ni siquiera salió en el último capítulo. Es una nenuco en toda regla. "Una niña que no da guerra alguna", que diría mi abuela. Ideal para una vida de sufrimientos en un mundo plagado de zombies.
Entonces miré a Maramoto, una noche más en plena ebullición y sin muchas ganas de querer dormirse, y me fue imposible no pensar qué sería de nosotros en un mundo como el que refleja la serie. A bote pronto se me ocurrieron tres motivos de peso por los que nuestra familia duraría bien poco en The Walking Dead. Seríamos uno de esos personajes que mueren tan rápido que no dejan huella entre los espectadores. Y es una pena, porque seguro que al final acabábamos dando juego y todo, pero está claro que entre zombies nos sería imposible sobrevivir.
El primer motivo por el que nadie nos querría tener en su grupo (y los entiendo, porque seríamos un peligro público con patas), son los gritos y lloros con subwoofer de Maramoto. Imaginaos el percal: Todos los supervivientes haciendo el menor ruido posible para no atraer a los caminantes, usando cuchillos en vez de pistolas para no llamar su atención? Y llega nuestra bebé atrayéndolos a voz en grito, en un concierto sin interrupción 24 horas. Nos pasaríamos la vida acechados por zombies. No tendríamos ni un minuto de paz. No me extrañaría que Daryl nos ahuyentase a golpe de flechazos para que no nos acercásemos a menos de dos kilómetros a la redonda.
El segundo es que en un mundo en el que prima la rapidez de reacción, el salir corriendo a las primeras de cambio ante el peligro de una amenaza, nosotros estaríamos en clara desventaja. ¡Con lo que nos cuesta cada vez que queremos salir de casa, como para salir huyendo durante la madrugada y tener que recoger el campamento en medio minuto?! Y si nos pilla intentando cambiar el pañal o vestir a Maramoto apaga y vámonos. Sentenciados seguro. A los zombies les daría tiempo a echarse una siesta de media hora y cazarnos aún poniéndole el pantalón a la niña. No estamos preparados para vivir con prisas.
Y por último está el afán de nuestra pequeña saltamontes por andar en dirección contraria a la nuestra. Antes aún podíamos portearla, pero ahora que sólo quiere ir andando se nos complicarían mucho las cosas. Me imagino salir todos corriendo porque viene un grupo de zombies y que Mara salga a correr ¡pero hacia ellos! Que además, con lo curiosa que es, seguro que le llamaban la atención. ¿Quién dijo miedo? En una de esas seguro que nos pillaban. Ni siquiera Rick podría hacer nada por salvarnos. Acabaríamos convertidos en otros zombies más. Solo que a Mara, en vez del sonido gutural propio de los caminantes, se le escucharía gritar un terrorífico "Tetaaaaaaaaaaaaaaa".