Digamos que la frase puede ir asociada a todo tipo de situaciones vinculadas a la crianza de una bebé. Desde la apuesta por el colecho en vez de la utilización de la cuna, pasando por la petición caritativa de que se esperen al menos dos semanas desde el nacimiento del bebé para venir a verlo toda la familia en tropel porque nosotros consideramos que es un estrés para el recién nacido y para la madre que acaba de dar a luz, hasta el sencillo y comprensible deseo de no querer que la gente fume en presencia de la pequeña saltamontes. Sea cual sea el motivo (porque aparte de estos tres, hay infinitos ejemplos más) siempre se corre el riesgo de que alguien alce la voz y diga:
Y suena a verdad tan absoluta que uno se queda en blanco y no sabe qué contestar. Porque sí, todos los niños de mi generación hemos viajado sin sillita de seguridad en el coche y no nos ha pasado nada. Por suerte, eso sí. Porque nos jugábamos la vida en cada viaje. Sin saberlo. Y yo, ahora que tenemos los medios a nuestra disposición, no voy a jugármela con mi niña. Ni para un trayecto de medio kilómetro. Y puede que mi pobre y querida madre tuviese que dejar de darme el pecho a los dos meses, porque entonces las bajas de maternidad eran aún peores de lo que son ahora. Y que yo me criase con biberón. Y creciese como el que más. Y quiera a mi madre como el que más. Pero no es lo mismo. Igual que no es lo mismo comerse un chuletón de Ávila que una hamburguesa del McDonalds.
Y puede que antes los pediatras recomendasen que los niños durmiesen boca abajo, que utilizasen chupete sí o sí. O que antes los bebés viviésemos en un submarino continuo en esa época en que era difícil encontrar a alguien sin una cajetilla de tabaco y sin mechero en el bolsillo. Puede que fuese así y que pese a ello aquí estemos, sanos y salvos. Sin haber muerto una noche de forma súbita, sin necesidad de ponernos aparato en los dientes y sin haber sufrido (al menos de momento) un cáncer de pulmón. Lo que es seguro que nuestros padres hicieron lo mejor por nosotros teniendo en cuenta la (des)información y el (des)conocimiento que tenían entonces. Y que nosotros lo haremos lo mejor posible por nuestros bebés. Pero eso no significa que tengamos la obligación de hacer las cosas como se hicieron treinta, cuarenta o cincuenta años atrás. Simplemente porque siempre se hicieron así.
Frases de manual (#5): “Esa niña lo que está es enmadrada”