Lo que más me gusta de las frases del gran manual de la crianza es ver cómo evolucionan al mismo ritmo que lo hace nuestra pequeña saltamontes. Las frases que nos decían hace un año van cayendo poco a poco por su propio peso y en su lugar aparecen otras que se ajustan más al momento vital que atravesamos en casa. Sumergidos de lleno como estamos en la fase de reafirmación del “yo” y de las rabietas que le acompañan, no es de extrañar que a nuestro alrededor empiecen a aflorar comentarios que justifican la violencia (aunque sea en pequeñas dosis) como método infalible para templar los ánimos de Maramoto o de cualquier otro bebé que se tercie.
El otro día, sin ir más lejos, mientras jugábamos con Mara en el parque, pudimos ver un caso que me servirá de ejemplo. Un niño más pequeño que Mara estaba subido en el columpio y no quería irse a casa por más que le insistía su padre. Lo normal, vaya. La mamá del peque, que observaba desde fuera del perímetro del parque, se empezó a poner nerviosa ante la negativa de su hijo. Cada vez más. Al final, a voz en grito, no dudó en recomendar al padre: “Pégale en el culo, a ver si así hace caso”.
No es un caso aislado, desde luego. La violencia como método de control sobre los bebés y los niños está ampliamente instaurada en nuestra sociedad. Incluso vista como normal siempre que no se caiga en el exceso. Ahí tenéis las frases tipo: “Por pegarle un cachete tampoco pasa nada” o “Más vale un cachete a tiempo…”. Escuchando esas frases y viendo casos como el que os comentaba con anterioridad llegó a la conclusión de que nuestra Maramoto ha tenido mucha suerte. Siendo como es ella, teniendo el carácter que tiene y con su tendencia a las rabietas, estoy seguro de que en otra casa ya habría recibido más de un cachete. Y de dos. De esos que se dan a tiempo. Por prevenir. Para marcar los límites.
Un hogar libre de cachetes
No creo en la violencia como solución a los problemas. No he creído nunca y no lo voy a hacer a estas alturas de la vida. Y mucho menos cuando esa violencia se vuelca sobre seres indefensos. La mamá jefa piensa como yo, así que, como todo en esta experiencia que es la pa(ma)ternidad, ir de la mano ayuda. Mucho. Ya desgasta bastante tener que luchar y hacer pedagogía en tu entorno familiar para que encima también tuviésemos que estar luchando en casa. Sería agotador, la verdad.
Nuestra casa es un hogar libre de cachetes. Eso lo teníamos claro desde el minuto cero. Motivos para ello se me ocurren unos cuantos. Os expongo cinco a continuación:
Porque un cachete a tiempo es el primero de otros muchos cachetes a tiempo. El primer paso para instaurar la violencia como método de resolución de problemas.
Porque un bebé/niño al que pegas puede obedecerte en el momento porque le has hecho daño y se ha sentido humillado y maltratado, pero a largo plazo esa violencia le puede dejar huella. Ahora es cuando mi interlocutor me diría: “Pues siempre se ha hecho así y no ha pasado nada”. O mejor aún, “A mí me pegaron ostias como panes cuando era pequeño y aquí me tienes”. Bien por ti. Pero déjame que te pregunte una cosa: ¿Pegas a tu hijo? ¿Sí? Pues parece que los golpes de tus padres si han dejado huella, amigo. La violencia ha generado violencia en ti. Y tú las vas a perpetuar en tu hijo. Te dejo cinco minutos para que lo mastiques.
Porque cuando pegas a un bebé/niño, éste no aprende absolutamente nada. Lo único que le enseñas es que no haga algo para que no le pegues. ¿Qué valores le estás transmitiendo? Explícale porqué no puede hacer algo. Háblalo con él. Pero no le pegues. Lo único que conseguirás es que intente hacerlo a escondidas. No es que no se pueda hacer, es que no me puede ver mi padre/madre.
Porque pegando a un bebé/niño no estás instaurando ninguna suerte de respeto jerárquico, sólo estás consiguiendo que te coja miedo. Y piénsalo, ¿quieres que tu hijo te coja miedo? ¿Que deje de hacer nada por temor a las represalias? Si quieres ganarte el respeto de tus hijos, primero respétate a ti y respétalos a ellos.
Porque eres el adulto y tienes que dar ejemplo. Tu hijo aún no ha aprendido a controlar sus emociones. Demuestra que tú sí que sabes hacerlo. Dialoga, empatiza con él. Sé que a veces es difícil y que cuesta templar los nervios, pero mira a los ojos a tu hijo. ¿De verdad una personita así merece un cachete? ¿De verdad no encuentras otra solución al conflicto?
Y vosotr@s, ¿habéis tenido que escuchar ya esta frase de manual o algunas de sus variaciones?