Un papá en prácticas se toma un respiro (por vacaciones)

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24 de julio. Desde hace ya tres meses tenía marcado este día en rojo en el calendario. ¡Vacaciones! ¡Sí, sí, sí! Las necesitaba como el comer. Imagino que como todo el mundo a estas alturas del año, con este calor insufrible que tiene al centro de la península en una ola de calor permanente desde que comenzó el mes de julio. Qué mal lo llevo. ¡Ay! Pero bueno, ahora ya no valen las lamentaciones, que empiezo las vacaciones. Felicidad máxima. Tres semanas para estar al lado de la mamá jefa, para que Maramoto no quiera separarse de mí, para visitar a la familia y a los amigos, para viajar, para desconectar, para descansar física y mentalmente, para disfrutar de los días sin necesidad de estar permanentemente corriendo, para conocer, para descubrir, para recargar pilas y para volver a enamorarme de la vida (aunque a veces me duela).

Ya sabéis que nuestras vacaciones del año pasado estuvieron más cerca del desastre que de cualquier otra cosa, pero nos hemos liado la manta a la cabeza -como siempre hemos hecho- y nos la vamos a jugar. Con coche incluído, aprovechando que Maramoto atraviesa una racha zen con su nueva sillita. Me siento tan optimista que creo que este verano, estas vacaciones, nada puede salir mal. Mañana, para no perder tiempo, cogeremos rumbo a mi Mediterráneo querido, a ese infinito mar azul que tanto echo de menos en Madrid.  Como dirían los tipos de Seguridad Social, “Soc Mediterrani” (Soy Mediterráneo), y contra eso no se puede luchar, se lleva en la sangre, como la horchata y la paella (que no el arroz con cosas). Y allí me esperan mis padres, mi hermana, mis tías, mis primos, mis amigos. Esa gente que forma mi pequeña patria valenciana, la única patria en la que creo, quizás porque ellos no entienden ni de himnos ni de banderas.

Y luego, tras parar unos días en casa, volveremos a coger el coche rumbo a Lisboa. Siete días para ver con calma, de forma pausada y al ritmo de Maramoto, la capital portuguesa y sus alrededores. Muero de ganas por perderme por las calles de Alfama, por subir al Castillo de San Jorge, por ver la panorámica de la ciudad y las aguas del Tajo desde sus miradores, por subirme en el mítico tranvía 28, por deleitarme con esa cara de sorpresa que pone Mara cuando algo le sorprende, por hacer mil y una fotos, por andar de la mano de la mamá jefa con el único objetivo de disfrutar del paseo, por asombrarme con la exhuberancia y la majestuosidad de Sintra, por andar por la arena de las playas de Cascais y ver una puesta de sol en Boca do Inferno, por jugar con Mara en las playas de Caparica, por perderme entre libros en la inmensidad de la biblioteca del Palacio de Queluz, por escuchar fado mientras saboreo una Sagres o una Super Bock en una terraza lisboeta… Muero por estar con ellas dos. Con Mara y con la mamá jefa. A solas. Sin las prisas del día a día. Con la única ambición de disfrutar el momento y de llenar los días de conversaciones sin importancia en lugares sin importancia. Porque como Soledad Villamil en ‘El mismo amor, la misma lluvia’, yo también pienso muchas veces que en esas ” conversaciones sin importancia en lugares sin importancia” se esconden muchos de los momentos más importantes de nuestras vidas.

Volveré para la segunda quincena de agosto. Imagino que con Madrid ardiendo todavía a 40 grados y, como diría Quique González, con la ciudad convertida “en un kiosko cerrado, un cementerio de coches abandonados”. Entonces será tiempo de volver a la rutina. Y de celebar el segundo aniversario de este humilde blog al que un servidor no le daba ni seis meses de vida, cosa que me demuestra que siempre hay que tener esperanza. Y perseverar. Y no rendirse. Y seguir intentándolo. Vale la pena. Pero la rutina y el aniversario ya llegarán. De momento inicio las vacaciones poniendo rumbo a Valencia. Voy hacia el mar, hacia ese lugar del que Alessandro Baricco dijo que no tiene caminos ni explicaciones. No seré yo el que le lleve la contraria a un escritor al que admiro, pero estos días prometo buscarle caminos. Y explicaciones.

Feliz verano a todos. Disfrutad de las vacaciones y, sobre todo, disfrutad de los vuestros. Nos volvemos a leer en unas semanas. Gracias, una vez más, por estar ahí.



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