Antes de ser madre era una frase en la que no había reparado demasiado, ahora que lo soy ese “no pasa nada” chirría en mis oídos cada vez que lo escucho.
Es una frase muy típica, muy resolutiva cuando un niño se cae al suelo: “Venga, levántate, no pasa nada”. Y yo me imagino a ese niño pensando: “Cáete tu de boca contra el suelo a ver si pasa algo o no pasa nada”.
Y es que parece que es una frase que quita hierro al asunto y con la que los adultos intentan que el niño no llore y siga su camino sin reparar demasiado en esa caída o ese golpe. Pero ¿y si resulta que quiere llorar, que le apetece, que se ha hecho daño (o no), que ha sentido que ha hecho el ridículo? Lo que sea.
Puede haber diferentes motivos para llorar, y desde mi punto de vista todos son válidos. A veces tenemos tan inculcado ese “no hay que llorar”, “hay que ser fuertes” que se nos olvida que son niños y que además llorar está bien si es lo que sientes, tengas dos años o cincuenta.
Si en lugar de ser un niño fuese una persona mayor, ¿haríamos lo mismo? No me imagino yo a nadie diciéndole a una señora de ochenta años que se ha caído ese “venga, levántese que no pasa nada”. Seguramente varias personas irían donde ella para ver si se ha hecho daño, preguntarle, ayudarle a levantarse… ¿Y por qué a no ser que se de el golpetazo del siglo, con un niño no hacemos lo mismo?. ¿Por qué lloran por todo, por qué son de goma o sencillamente por ser niños?
Ninguna de esas frases me gusta. Olivia cuando se cae a veces llora y otras no. Supongo que dependerá de de si se hace daño pero puede ser, como os decía antes, por muchas cosas. Puede que tenga el día más “tonto”, este cansada o le haya dado rabia caerse y por eso llore. Puede que esté entretenida, jugando o pasándoselo tan bien que conforme se caiga, se vuelva a levantar y no se percate ni siquiera del tortazo que se ha metido. Hay muchos dependes.
Cuando ella se cae y veo que se levanta sin más, procuro no darle mayor importancia. Si ella se encuentra bien, no voy a ser yo quien ahonde en la herida. En cambio cuando se cae y veo que no se levanta o se pone a llorar voy a ver qué pasa. Me gusta preguntarla si se ha hecho daño, donde le duele, si se encuentra bien… hacer lo que me gustaría que hiciesen conmigo.
Por qué si, a todos nos gusta que nos pregunten si nos encontramos bien, que se preocupen por nosotros, que nos hagan sentir especiales y estoy segura, de que aunque ella no pueda decírmelo con palabras, también le gusta.
Quiero que sepa que voy a estar ahí, que puede contar conmigo, que voy a escucharla y creo que comenzar por algo tan sencillo como esto puede ser una buena manera. ¿No os parece? No pretendamos ser sus confesores cuando tengan quince años si cuando tenían dos “nunca pasaba nada”.
¿Cómo afrontáis vosotras estas situaciones?