Por aquel entonces estábamos tan empanados, flotando en nuestra particular nube de algodón, que hacíamos caso a todo Cristo (Ay, cómo hemos cambiado en estos 16 meses… Para bien, por supuesto). Seguíamos a pies juntillas los interesados argumentos de las dependientas de las tiendas de puericultura (“Esto os va a ser súper útil”, “No os olvidéis de esto, que ya veréis como luego me lo agradecéis”, “Aquí todas hemos usado este producto y estamos súper contentas”…). Y también seguíamos al pie de la letra todo lo que nos decían nuestras madres, que como madres que eran y si habían criado a dos personas tan apañás como nosotros (modestia aparte), algo tenían que saber del tema. O eso creíamos en aquellos tiempos remotos del año I antes de Maramoto (a.M.).
En fin, que llegó el momento en el que nos enteramos del sexo de nuestra futura bebé, y entonces empezamos a mirar también la ropa. La verdad es que no sé porqué esperamos a este instante, ya que teníamos claro que íbamos a huir de los clásicos azules y rosas para llevar a la confusión a la gente que intentara descifrar si nuestro bebé era chico o chica (Luego además decidimos no ponerle pendientes, para provocar en los desconocidos un auténtico cortocircuito mental), pero lo cierto es que fue entonces cuando nos sumergimos de lleno en la fase del llenado de armario. A nosotros nos chiflaba la ropa de recién nacidos, pero nuestras madres la veían y negaban con la cabeza. Demasiado pequeña. Al parecer, ellas esperaban que Mara naciese ya en la talla de 3 a 6 meses. “Los dos sois altos”, decían mientras pasaban de largo de la ropa de recién nacidos. Y añadían:
Y les hicimos caso. Igual que a las dependientas. Y como era de esperar, no acertaron ni las unas, ni las otras. Maramoto nació pequeñita (48,5 cm y apenas 3 kilitos de peso) y cuando tuvimos que salir del hospital, al ir a ponerle los pantalones y la chaquetita de punto que le habíamos comprado, nos dimos cuenta de que en esa ropa cabían dos hijas como la nuestra. No exagero. Y más de lo mismo con lo que teníamos en casa. Apenas teníamos tres pijamas (y uno de ellos, encima, acabó en la basura, como ya os conté en nuestras historias de padres primerizos). Así que al poco de aterrizar los tres en casita después de 72 horas de Hospital, perdidos como estábamos, nos tocó salir a comprar ropa, bodys y pijamas para nuestra pequeña saltamontes. De 0 a 1 mes.
Así que futuros padres del mundo, mucho cuidado con las frases de manual de vuestras madres. No les hagáis caso y comprad ropa de 0 a 1 mes. Igual a vuestro bebé se le queda pequeña pronto, pero aún así habrá hecho su servicio. Y, sobre todo, que no os pase como a nosotros, que sacamos a Mara del Hospital en pijama. Qué poco glamour…