¡Y de repente, Mara obró el milagro!
Pero vayamos por partes. Hace ya tiempo que no os hablo de nuestra experiencia con el Baby Led Weaning. Y no lo hago porque avanzar, avanzamos poco. Vamos a paso de tortuga. Bien es cierto que Maramoto ha desarrollado una considerable habilidad para manejarse con vasos y cubiertos y que, cuando quiere, es capaz de comerse un filete de merluza o un plato de arroz ella solita. Pero eso sucede muy pocas veces. Por regla general, nuestra pequeña saltamontes sigue mostrando un interés mínimo por la comida. Y en eso, quizás, ha salido a su papá en prácticas. En mi caso, excepto con tres o cuatro platos que me fascinan (paella, arroz al horno, el solomillo en salsa o la tortilla de patatas de la mamá jefa…) y que disfruto degustando, como porque no me queda otro remedio. Es decir, como porque tengo que comer para subsistir, no porque me apasione o disfrute comiendo. Algunos, cuando cuento esto, me dicen que es una jodienda y casi que se muestran condescendientes conmigo. Yo, que siempre he sido así, no le veo problema a este asunto. Disfruto con otras cosas.
Lo que pasa con Mara es que aún no ha comprendido que tiene que comer para subsistir, así que va tirando de la energía que le ofrece la lactancia y de dos o tres bocados que pega a lo largo del día. Con el resto de la comida juega y nos monta unos berenjenales de aquí te espero. Y se ve que no estará muy falta de nada, porque a actividad no le gana nadie. Nosotros comemos y vamos arrastrados. Ella sigue con su particular dieta y no hay quien le pare. Así son las cosas. Sin embargo, como os he comentado con anterioridad, de vez en cuando, sin previo aviso y sin seguir ningún patrón que nos sirva de referencia, Maramoto decide que tiene mucha hambre y empieza a comer tortilla de patatas o calabacín, pasta, arroz o pescado (¡Ay, como le gusta el pescado!) como si le fuese la vida en ello. Y nos deja con la boca abierta. Entonces, siempre pensamos que es el comienzo. Que por fin se va a arrancar. Nada más lejos de la realidad. Al día siguiente le pones el plato y si lo he visto no me acuerdo. Impredecibilidad en estado puro.
Y precisamente a esa impredecibilidad tan propia de Mara temíamos el sábado cuando decidimos dar una vuelta por Madrid y comer en cualquier parte. Al final optamos por ir al Ginos. Y os lo tengo que recomendar encarecidamente. No sólo tienen menú infantil, tronas y un personal muy amable (al menos en su restaurante de la Calle Arenal), sino que además tienen una carta para alérgicos, lo que hace mucho más fácil pedir sin miedo a no saber lo que comes (creo que he comentado en alguna ocasión que Mara tiene intolerancia a la proteína de vaca y a la soja). Así que para empezar, acertamos en nuestra elección del restaurante. Otra cosa era ver cómo llevaba nuestra pequeña terremoto eso de estar comiendo en un sitio en el que no podía campar tan a sus anchas como en nuestra cocina. Y ese fue el primer milagro. Al entrar nos dieron unos colorines y unos dibujos para colorear y Maramoto se lo pasó pipa jugando con las ceras y pintando a su manera. ¡Ay que ver lo bien que coge los lápices la bandida!
Y luego llegó la comida. ¡Y de repente Mara obró el (segundo) milagro! Como nuestra peque come muy poquito, decidimos que Mara compartiese plato con la mamá jefa. Nuestra sorpresa fue ver como engullía la pasta. Tanto que tuvimos que pedir otro menú infantil para ella, del que dio buena cuenta. Alucinamos en colores. Jamás de los jamases había comido tan concentrada, con tantas ganas. Fue maravilloso, de verdad. Aunque lo más maravilloso, sin lugar a dudas, fue ver como en el Ginos de la Calle Arenal nuestra apuesta sin fisuras por el Baby Led Weaning adquiría forma y sentido. Mientras otros niños, algunos bastante más mayores que Mara, comían de potitos y a base de cucharadas ofrecidas por sus padres, nuestra pequeña saltamontes comía ella sola, lo mismo que nosotros, sin ayuda de nadie. Y no sólo eso. Mientras esos otros niños bebían en su bibe, Mara lo hacía directamente del vaso o de la botella de agua. Vaso y botella que manejaba ella sola. A su gusto y antojo. Íbamos a celebrar el día de los enamorados y acabamos, una vez más, enamorados de Maramoto. Qué delicia verla comer así. Ella sola. Con tanta autonomía. Qué maravilla ver florecer así, de forma inesperada, todos los avances realizados durante estos 10 meses con el Baby Led Weaning. Qué orgullo de padres sentimos ambos viéndola disfrutar de esa forma. Tendremos que volver al Ginos más a menudo…