No me gustan nada las expresiones “mamitis” y “papitis” (ya hablé sobre ello en un post hace unos cuantos meses), pero hoy las voy a utilizar para hacerme entender. Y si ya de paso posiciono en Google, pues mejor. Que seguro que muchos padres primerizos han indagado alguna vez en el buscador de buscadores en busca de alguna referencia sobre la “mamitis” o la “papitis”. Yo os juro que no lo he hecho. De verdad. Lo prometo. Que sí. Bueno… Quizás alguna vez…
En fin, que Maramoto está ahora mismo en una fase en la que pasa de la mamitis a la papitis sin solución de continuidad. Y lo que es peor, esté en el bando que esté, lo defiende como si de verdad sintiese los colores y no fuese una chaquetera que se arrima a la sombra del árbol que más cobija (Había un refrán sobre esto, ¿no?). La pequeña saltamontes se puede levantar un día y a primera hora no querer estar más que con su papá en prácticas. Si la coge la mamá jefa, llora. Si la dejamos en el suelo, llora. Sólo le valen los brazos de su papá. Y su nariz, labios, brazos y pecho, que son un lugar ideal para practicar el arañazo perfecto. Oye, y a mi me hace gracia. Aunque entiendo que a la mamá jefa no tanta…
Una hora después, sin embargo, cambian las tornas y es la mamá jefa la que sonríe. La peque ya no quiere saber nada de mí (no sé qué hago mal para que se cansen tan pronto de mí las mujeres…) y solo tiene brazos y carantoñas para su mamá. Aparentemente yo no le he hecho nada para que me aborrezca, pero es intentar cogerla y ponerse a llorar. Ahora es del equipo de mamá, así que al enemigo ni agua. Y así, cada equis horas, la personalidad de Maramoto va mutando de forma incesante entre el amor por su papá y la devoción por su mamá. Y todo ello sin causa aparente que explique este comportamiento.
Dentro de nuestra esquizofrenia diaria solo tenemos una cosa clara. Cuando se acerca la noche, todos somos del mismo equipo. Y en ese equipo no hay otra capitana que la mamá jefa (como no podía ser de otra forma). Mara sabe perfectamente que ella la llevará al sueño feliz. Yo, a esas alturas del día, me conformo con ser un maravillado actor secundario.