Es difícil precisar cuándo sucede, en qué momento exacto tu bebé se hace mayor. Y no me refiero a mayor de crecer unos centímetros, sino a mayor de sensaciones, de hacer cola en el peaje que conduce a la niñez, en esa frontera difusa que separa a las bebés de las niñas. Maramoto llevaba ya tiempo dándonos señales de ese cambio, de ese salto vital a una nueva etapa. Ha sido con la mudanza y la llegada del nuevo piso cuando lo hemos visto definitivamente claro. Nuestra bebé se hace irremediablemente mayor. Y sí, sé que eso es bueno y normal, por supuesto que lo sé, pero a la vez me es inevitable no sentir una mezcla de nostalgia y pena por esa bebé cuyos márgenes se empiezan a diluir y confundir con los de una niña.
En las últimas semanas nuestra pequeña saltamontes ha crecido de forma imparable. Lo hablaba con una compañera de trabajo, también mamá: es increíble lo que pueden dar de sí dos o tres semanas, que para los adultos es un espacio de tiempo relativamente corto, con una bebé-niña de dos años a tu lado. Fascinante. Mara es la misma que hace dos o tres semanas, pero a la vez es otra. Lo aprecias en su lenguaje, que de repente se ha enriquecido con una vocabulario mucho más amplio y unas conversaciones totalmente razonadas que nos dejan a la mamá jefa y a un servidor con la boca abierta, intentando asimilar lo que acaba de decir una renacuaja que no llega aún al metro de altura. Y lo observas también en cómo entiende todo lo que le dices. Y también lo que no le dices directamente a ella. Me pierden especialmente sus “Ah, vale, papá”. Y sus “perdón”, “gracias” y “de nada”, que utiliza a todas horas y siempre con tino. Educada que es una. Y sus “¿un poquito, papá?” que acompaña con un gesto graciosísimo de su mano. También sus “ahora a jugar no, papá, que es de noche y hay que dormir”. O cuando quiere hacer algo y le propones una alternativa y te dice que vale, “pero (que) primero” la suya. Para negociadora ella.
Lo hemos observado también en su independencia. Nos sigue necesitando y siempre quiere estar con nosotros e ir a todos lados junto a sus papás (“papá, mamá y Mara”, que dice ella), pero a la vez se ha vuelto mucho más autónoma (aún) de lo que era. Por primera vez hemos tenido que dejarla por diversos motivos con otras personas y lo hemos pasado nosotros peor que ella, que se ha quedado feliz. La semana pasada, también y sin ir más lejos, nos sorprendió poniéndose ella solita el pijama. Estuvo a un paso de amputarse algún miembro en la maniobra, pero lo logró, que a perserverancia no le gana nadie. Y como esos un sinfín de pequeños gestos cotidianos más, de acciones en apariencia intrascendentes que adquieren una repentina importancia porque denotan madurez y adquisición de nuevas capacidades.
Aunque si os soy sincero, hay un momento sobre todos los demás en que sentí que mi pequeña saltamontes se hacía mayor. Fue ayer, camino de su primer día en la escuela infantil. Tras 28 meses sin separarse de nosotros, Maramoto empezó una nueva experiencia en el cole. Estaba radiante e ilusionada con su chándal y su baby, deseando desde el viernes ir con sus nuevos compañeros. Tan feliz estaba que no nos llevó más de cinco minutos vestirla, cuando la media está en media hora y varias carreras desnuda por el piso. Llegadas las nueve menos cuarto de la mañana se puso su mochila nueva y empezó a bajar las escaleras camino de la calle, cogida de la mano de su mamá. Yo, mirándola desde atrás, sentí que se hacía un poco más mayor si cabe, que con la escuela infantil iniciaba una nueva etapa de su vida a la vez que daba por amortizada la anterior. Al llegar al cole se despidió de nosotros con esa sonrisa tímida que me tiene enamorado y entró en su aula, donde escuché que su profe la recibía por todo lo alto. Fuera a la mamá jefa se le escapaban las lágrimas. Me da la sensación de que tras 28 intensos meses sin apenas separarse(nos), somos nosotros los que vamos a necesitar la adaptación.
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PD1: Dos horas después fuimos a recoger a Mara y salió feliz, como con ganas de más. Por delante tiene una semana de adaptación. Puede que nosotros precisemos de alguna más.
PD2: ¡Ya está a vuestra disposición el segundo número de Mama con un montón de contenidos cocinados a fuego lento por la mamá jefa y servidor! Dossier central dedicado a la conciliación, entrevistamos a Sonsoles Ónega y Álvaro Bilbao, charlamos con Carlos González sobre vacunas, os acercamos el drama de los niños refugiados, viajamos a la España de principios del siglo XX a conocer a unas mujeres que rompieron moldes y os recomendamos libros y pelis para padres y para hijos. Todo eso y mucho más a sólo un click de distancia. ¡No te la pierdas!