Andaba yo el lunes pasado revisando la prensa del fin de semana cuando, entre casos de corrupción, broncas política de baja estofa y portadas sensacionalistas de La Razón, me topé con una noticia que me despertó de mi rutinario letargo de primera hora de la mañana. Si aún me quedaba alguna legaña colgando estoy seguro de que salió disparada tras leer el titular y ver los niveles de apertura que alcanzaban mis ojos:
Cuenta la noticia que la medida estrella en el ámbito social del Partido Conservador británico para el otoño-invierno (como las tendencias de moda) no es otra que esa, poner en marcha el ‘Granny Leave’ o permiso de la abuela (obsérvese también el machismo de la misma). ¿Y en qué consiste esta medida que el periodista de El Mundo califica como caramelo electoral? En la posibilidad de repartirse entre padres y abuelos 50 semanas de baja durante el primer año de crianza de los niños, 37 de ellas pagadas con un máximo de unos 190€ la semana. En este punto convendría aclarar que las madres británicas tienen 18 semanas de permiso de maternidad pagado y que luego existen permisos adicionales que se pueden extender hasta las 50 semanas. La medida afecta a éstos últimos.
Según George Osborne, ministro de Economía británico, se trata de una idea “moderna en apoyo a las familias trabajadoras y para darles la libertad de elegir la mejor opción”. Tras la misma, cierto aire social con tufillo sensacionalista: Según la estadísticas que maneja el ministro, muchos abuelos en edad de trabajar dejan su empleo o reducen su jornada para cuidar de sus nietos. La idea es que esos abuelos puedan seguir en sus puestos, “algo que es bueno en última instancia para la economía”.
Más llamativas aún fueron las declaraciones de Harriet Harman, del Partido Laborista, que llevó la medida en el programa electoral de las últimas elecciones. Las copio literalmente de la noticia de El Mundo: “Vamos a impulsar una nueva política que va a ser increíblemente importante para la igualdad de género. Vamos a reconocer cuántas familias dependen principalmente de los abuelos, y sobre todo de las abuelas, para que los padres puedan seguir trabajando”. Toma ya.
Reflexiones desde la incredulidad
Si las investigaciones que maneja el ministro de Economía son ciertas y realmente existen dos millones de abuelos británicos que han tenido que dejar su empleo o reducir su jornada para cuidar de sus nietos, es que algo en este mundo va muy mal. Rematadamente mal, porque a mí jamás se me ocurriría pedirle a mis padres que dejasen su trabajo para cuidar de mis hijos. Me parecería, cuanto menos, muy egoísta por mi parte. Si la única medida que se les ocurre a los dos principales partidos del Reino Unido para acabar con esta triste estadística es que los abuelos se acojan al permiso de maternidad/paternidad de sus hijos, la sensación es que faltan muchas luces, mucha sensibilidad y mucha vocación social entre quienes se dedican a la política.
Lo más triste de todo es que al final, tras estos datos y esta medida, se esconde el mundo hipercapitalista que habitamos, ese mundo que sólo nos quiere si somos productivos (económicamente y a corto plazo) para el sistema y que nos expulsa si decidimos tomar otro camino o ser productivos de otra forma y con la vista puesta en el futuro (las madres, especialmente y por desgracia, sabéis mucho de ésto último). Ahí están las declaraciones de Harriet Harman para refrendarlo: “Vamos a impulsar una nueva política (…) para que los padres puedan seguir trabajando”. Con la productividad hemos topado.
Igualdad de género: la gran falacia
La igualdad de género es siempre un argumento recurrente para quien intenta vendernos medidas políticas que poco o nada van a contribuir a la igualdad que pregonan. La responsable del partido laborista, por ejemplo, decía que el Granny Leave iba a ser “increíblemente importante para la igualdad de género”. ¿Me pregunto que contribución hace a la igualdad entre hombres y mujeres una medida que se llama, en su traducción al castellano, “el permiso de la abuelita”? Por ahí, mal empezamos. Y se me ocurre otra pregunta para Harriet Harman: ¿En qué ayuda a la igualdad de género que los padres se desentiendan de sus hijos para seguir siendo productivos y que tengan que ser los abuelos (más viejos y por tanto menos productivos) quienes tengan que renunciar a sus empleos y acogerse a permisos para hacerse cargo de la crianza de sus nietos? Ya se lo digo yo. En absolutamente nada.
Si de verdad quisieran luchar por la igualdad de género, los políticos (en este caso los británicos) deberían ir a la raíz del problema y preguntarse por qué dos millones de abuelos han tenido que dejar sus trabajos para cuidar de sus nietos; preguntarse qué falla en nuestra sociedad y en este sistema para haber llegado a alcanzar esas cifras; cuestionarse por qué los abuelos, que ya fueron padres y cuidaron de sus hijos, tienen ahora que asumir la responsabilidad de criar a sus nietos; preguntarse por qué los padres no se quedan en casa cuidando de los peques durante al menos el primer año de vida de sus hijos. Quizás, buscando respuesta a esas preguntas, encuentren soluciones más eficaces que el Granny Leave. Quizas, en la búsqueda de respuestas, hasta se den cuenta de que el capitalismo y el sistema productivo que lo sostiene se les ha ido de las manos.