Y entonces, empiezan a coger los caramelos a puñados, sin importarles si van a venir más niños, o si tu tienes más caramelos o si les has permitido meter la mano en el bol donde tienes las chucherías. Te prometo que fue así. Y lo que más me asustó es cómo se miraban unos a otros para ver quién había cogido más. ¡Qué pena!
Hablando de mis percepciones con la Doctora Sin Zapatillas, me abrió los ojos. Es la realidad de nuestros hijos. Esa competitividad, esa agresividad por ser el que más tiene se plasma en ese instante tan inocente como es el de pedir (¿pedir?) caramelos. Llegan Reyes, cumpleaños y solo quieren abrir y abrir regalos sin casi dar importancia al contenido. Solo quieren tener, tener y tener ¡Pobres niños ricos!
Seguramente, las chuches que esos niños se llevaron atropelladamente estén en un rincón de su casa. Ya se acabó la adrenalina, la ilusión de ser el que más consiguió sin apreciar lo rico que puede llegar a ser un caramelo. ¡Qué pena! ¿Dónde se ha quedado la educación y los valores? Están llamando a una casa extraña, encima te van a dar chuches y ya no pido un gracias (que sería demasiado) sino un poco de paciencia, orden y educación.
A la Princesa le ha caído su momento de reflexión, y eso que su grupo de amigos no ha sido de los peores. Pero nunca está de más hablar de valores con tu hijo.
Así que si antes no me gustaba Halloween, ahora mE gusta menos.
¡¡FELIZ VIERNES!!