El síndrome del bebé zarandeado o sacudido hace referencia a los daños irreparables que sufre el bebé como consecuencia del efecto cerebral que producen en su organismo los movimientos bruscos a los que ha sido sometido. Conviene puntualizar que con frecuencia, este zarandeo al que los padres someten al niño es fruto del agotamiento físico y mental, de la pérdida de paciencia de un momento de frustración en el que se sienten desbordados por la situación, por ejemplo, por el llanto del bebé.
Es decir, en muchos casos, los efectos que este síndrome producen en el bebé son causados por el desconocimiento de lo que implica un movimiento brusco para el niño cuyo organismo es muy fragil. Por ejemplo, el cuello del bebé es muy frágil. Por esta razón, cuando el niño es zarandeado, su cabeza se mueve sin ningún tipo de control.
Síntomas y consecuencias del zarandeo
¿Cuáles son los síntomas que puede producir un diagnóstico de estas características? El bebé puede mostrar que su piel refleja un tono pálido, además, se muestra como apagado y en un tono vital bajo, sin energía. De hecho, no tiene ganas de alimentarse. También puede mostrar alguna dificultad para mantener la posición de la cabeza de forma recta. El lenguaje corporal infantil es muy expresivo, por esta razón, un diagnóstico de este tipo también viene acompañado por la falta de sonrisa.
Las consecuencias de este zarandeo pueden ser muy graves, es decir, puede producirse la muerte del bebé. En otros casos, el niño también puede sufrir problemas auditivos, parálisis cerebral, problemas cognitivos o ataques epilépticos.
Es el doctor como especialista quien elabora un diagnóstico de la situación al observar indicios de que el bebé ha podido sufrir un daño de estas características si, por ejemplo, padece algún tipo de fractura o hematoma en la zona de la cabeza, el cuello o el pecho.
Cómo prevenir el síndrome del bebé zarandeado
El principal factor de riesgo para sufrir este tipo de daño es la edad ya que cuando el bebé ha superado la barrera de los tres años es menos vulnerable ante este hecho. Sin embargo, tampoco en ese momento debe someterse a un niño a este tipo de episodio porque las consecuencias pueden ser igualmente graves. La mejor forma de evitar este tipo de episodio es la prevención.
Por ejemplo, si tienes un bebé y te notas mentalmente agotado para atenderle en este momento, colócale en la cuna, en un lugar seguro, y vete a otra habitación para tomarte unos minutos para tomar aire y relajarte por medio de un ejercicio de respiración. Te vendrá bien descansar para continuar con la labor con otro estado de ánimo. También es muy importante colaborar en pareja para que, si por ejemplo, uno de los dos está a punto de perder la paciencia, sea el otro quien se ocupe del niño.
El zarandeo puede ser muy grave incluso aunque solo se produzca durante algunos segundos. Por tanto, conviene tomar conciencia de la gravedad del acto.