Para quienes amamos a nuestras mascotas resulta triste y hasta insólito q existan hogares donde los animalitos
son ignorados, aislado de todo contacto, privado de libertad, amarrado a una cadena perpetua, tratados como un estorbo, pero ocurre más de lo q pensamos. Y sin embargo indistintamente de la suerte que corran, siempre estarán ahí a nuestro lado con amor y lealtad, esperando con alegría una caricia, agradeciendo un plato de comida, esperando ser aceptado, esperando ser amado.
Recibir una mascota en nuestro hogar es una decisión muchas veces tomada por impulso o capricho de un momento, y que fácil resulta para algunos apartarlos porque no resulto lo que esperaban, porque las circunstancias de la vida obligan a cambiar el rumbo, o simplemente por no están dispuestos a asumir la responsabilidad que supone tener una mascota, sin pensar que hay una vida y un corazón que late por nosotros. Tener una mascota no es un juego o una moda, es un compromiso de vida.
Los que tenemos la dicha de disfrutar de una mascota sabemos los grandes beneficios y recompensas que ofrecen y como logran transformar nuestra vida llenándola de hermosos e inolvidables momentos, y entre todas las principales lecciones que nos dan es la de dar y recibir amor, seamos multiplicadores de ese amor, enseñemos a nuestros hijos a amar y cuidar de sus mascotas, contagiemos a nuestros vecinos y amigos con ese amor. Porque es el amor esa fuerza transformadora, seamos ejemplo de amor a nuestras mascotas, esos angelitos que en muchos casos obran milagros, que al recordarlos hacen que nuestro rostro sonría y nuestro corazón se regocije de orgullo.
Porque finalmente serán nuestros compañeritos de vida, nuestros eternos niños.
Escrita por Kendy Boscán