Pero cuando tienes hijos te cae del cielo un gran saco de 100 kilos encima de responsabilidad. Entonces empiezas a pensar que no es tan fácil como pensabas, que las situaciones a las que te enfrenta la maternidad no las dominas como creíste que ibas a hacerlo y que, probablemente, juzgaste muy pronto a aquellos que no conseguían que sus hijos durmieran en su habitación, que comieran de todo o que caminaran por la calle agarrados a la mano.....y empieza la presión. Por todos los lados te sientes presionada por conseguir que las cosas sean como tu esperabas que iban a ser.
Expectativas demasiado altas, inseguridades y creencias limitantes que te imponen un camino por el que debes ir sin tenerte en cuenta a ti misma y sin tener en cuenta a tu bebé ni a vuestro carácter. Entonces, cuando llegas a ese punto en que te sientes perdida, intentas seguir con tu "misión de madre" intentando "hacerlo mejor".
Pero al final te das cuenta que muchas veces todo se reduce a momentos, pequeños instantes en los que debes reaccionar de la manera mas adecuada para la educación de tu hijo y que, justamente en esos momentos es cuando menos capaz eres de pensar en como debes actuar. Muchas veces reaccionas justo como nunca hubieses querido y entonces la presión aumenta y aparece la gran culpa (aquí tengo un artículo sobre "ella" por si te interesa leerlo). Y todo esto se va haciendo una pelota enorme, hasta que al final, si tienes suerte, explota ¡Bum!
¿Porqué digo si tienes suerte? Por qué cuando explotas es cuando al fin te das cuenta que lo único que pasa es que eres humana y que tus hijos son niños pequeños. Empiezas a dejar salir la presión por tener que hacer las cosas perfectas con tus hijos y entonces empiezas a sentirte mejor. Esas reacciones que nunca hubieses querido tener con tus hijos empiezan a disminuir solo por quitarte de encima esa presión, y cuando reaccionas de un modo que no te gusta, ya no te torturas como antes pensando en lo mal que lo has hecho.
Ser mamá ha sido la experiencia que más en jaque ha puesto mis emociones y me ha revuelto de los pies a la cabeza, pero gracias a esta experiencia soy una mejor versión de mi misma. He descubierto emociones y inseguridades que estaban escondidas detrás de un tupido velo, desterradas como si de algo malísimo se tratara, por la educación y la mentalidad de la sociedad.
Por suerte, para nuestros hij@s, esta mentalidad en los padres y madres está cambiado. Los estereotipos están perdiendo fuerza, las emociones van abriéndose camino y la educación se está empezando a enfocar pensando en brindar a los niños una sana autoestima. Y por suerte para las mamás y los papás, si queremos podemos trabajar para recuperar nuestra autoestima y confianza y quitarnos de encima ese peso tan grande de la presión social por la perfección.
Lo más importante no es ser perfecto, sino permitirse ser imperfecto.
¿Cómo te sientes o como te has sentido al inicio de tu maternidad o paternidad? Estoy deseando que lo compartas.