El post de hoy está dedicado a todas las mamás. Hoy quisiera que todas nos levantemos el ánimo, porque no creo ser la única que a veces dejamos a un lado muchas de las cosas que antes amábamos por dedicarnos a cuidar a nuestros hijos.
Me refiero a los salones de belleza, largas horas arreglando nuestro cabello, al menos un manicure y pedicure semanal, un maquillaje bien elaborado antes de salir de casa, ropa por doquier, zapatos y carteras de todos los colores. A las que nos gusta la lectura, comprarnos un libro nuevo cada mes y sentarnos plácidamente a leer toda la tarde con una humeante tacita de café.
Son pequeños gustos que poco a poco van siendo relegados para cambiar pañales, dar el pecho o preparar biberones, dormir a un pequeño bebé, darle un baño, jugar, dormir… sí, todas las mamás (o la gran mayoría), preferimos dormir las pocas horas que nuestros hijos nos permiten, en lugar de hacer cualquier otra cosa, aunque sea de nuestro total agrado.
Yo prefiero dormir en vez de ir al salón, cambio media hora de maquillaje por media hora de sueño, a la hora de salir, basta un poco de polvo compacto, labial y delineador de ojos; mis tacones están polvosos porque han tomado su lugar en mis pies las sandalias bajas y cómodas.
No quiero decir que hacemos mal, ni mucho menos que me siento culpable. Amo ser mamá y amo dar todo por mi hija, me encanta darle mi tiempo, esa conexión que hemos logrado establecer solo ha sido posible por el sacrificio de dedicarle la mayor de mis atenciones, en medio de mi desarrollo profesional y sin olvidarme también que soy esposa.
Pero a veces hace falta dedicarnos también un poquito de tiempo a nosotras mismas, porque no es un lujo, es una necesidad. Estoy segura que todas están de acuerdo conmigo de que un baño de media hora nos reanima y desestresa, o que tener veinte minutos de tiempo para maquillarnos a nuestro gusto hace que nuestra autoestima se eleve a niveles óptimos. Chicas, de vez en cuando hagamos un alto, no nos sintamos culpables por dedicarnos un par de horas al día y pensar que nuestros hijos están sintiendo esa breve ausencia, porque talvéz nos llaman para jugar con ellos en el piso, o para ver juntos la TV en la cama. No pasa nada si de vez en cuando les decimos que esperen un poco, que mamá está ocupada arreglando su cabello. Nuestros hijos no nos van a dejar de querer por eso, y nosotras a ellos mucho menos.
Gran parte de la felicidad de los niños nace de nuestra propia felicidad, de nuestra propia paz. Una mamá tranquila y relajada, bien consigo misma, es una mamá capaz de dar lo mejor de sí.
Sé que no todas las mamás piensan como yo, y que muchas no han querido o no han podido renunciar a estas cosas, no todas se entregan a sus hijos, muchas piensan que no es sano, ni para nosotras, ni para ellos. Pero yo no me arrepiento del estilo de crianza que he llevado con mi hija. La crianza con apego es la mejor forma de criar niños felices, pero un apego seguro, no una codependencia, sino un vínculo cercano entre madre e hijos. No es un amarre, que quita libertades, sino un abrazo eterno entre dos personas que se aman.
En otra ocasión escribiré sobre la crianza con apego. Antes de irme solo les quiero invitar a dejar un momento el dispositivo que están usando para leer este Blog (la PC, el Smartphone o la Tablet,) déjenlo un momento y vayan ponerse guapas, y si ya lo están, hagan algo que les guste, leer, escribir, bailar, hacer un poco de ejercicio, meditar, alguna manualidad para despejar la mente, o por qué no planear una escapadita con sus esposos, como cuando eran novios, cualquier cosa que las haga sentirse bien, sus hijos lo agradecerán. Ellos quieren y necesitan una mamá feliz.