Ahora he puesto en tela de juicio toda aseveración de que los niños son más inquietos que las niñas... me pregunto ¿puede haber niños más inquietos que mi Isa? Ella sube, baja, se arrastra por el suelo, gatea a toda prisa, sube las escaleras, quiere trepar por todos lados y tocar todo lo que se encuentra a su paso y parece que su batería es inagotable. Por si fuera poco, nuestra rutina de sueño se ha ido al caño, últimamente es media noche y ella quiere bajarse de la cama y jugar y llora si no la dejamos. Evidentemente Edgar y yo acabamos agotadísimos y muy desvelados.
Es evidente que la maternidad no representa en mí lo mismo que hace 11 años, cuando era muy joven y tenía mucha energía para cuidar de Constanza, sin contar que se quedaba con mis padres buena parte del día mientras yo me iba a estudiar la preparatoria.
No me siento cansada, me siento estupendamente y ha decir verdad, estoy disfrutando ampliamente esta etapa de la maternidad junto a mi bebé, eso sí, con mucha ayuda de Constanza y de su papá. Pero aunque yo me sienta de maravilla y ame mi maternidad, los años no pasan en balde y supongo que la factura se ve reflejada en mi rostro y es que hace unos días mi madre y mi hermana me dijeron que me veo cansada. Yo no sé si fue la falta de maquillaje, las ojeras y el estar despeinada o de plano los estragos que deja la maternidad pero me lo han dicho y no he hecho nada más que reír. Creo que desde que nació Isabel, pase de sentirme Susan a Linet de esposas desesperadas. ¿Qué le puedo hacer si no es que reírme? Y procurar maquillarme más seguido.
De que es cansado, es cansado. Mi bebé es bastante demandante. Pero no todo es cansancio, también es divertido y altamente gratificante.