Quién diría que cuando decidí llamarle al 2019 el año de la ruleta rusa, estaba algo equivocada y que 2020 venía con más estrepitosas curvas y sorpresas, ahí sí tuvimos que aventarnos con todo, con las manos arriba y los ojos cerrados ante un año totalmente incierto.
2019 fue un año de altibajos, carencia, incluso enfermedad. Y aunque hubo muchos logros, los golpes emocionales fueron duros... pero 2020 nos tendría deparadas muchas más sorpresas.
Iniciamos 2020 con la inesperada partida de papá. Aún recuerdo cuánto nos aferramos a su vida, con cuánto anhelo mire al cielo y mientras recibíamos 2020 imploraba un milagro: salud para mi papá y verlo recuperarse de aquella enfermedad llamada Cáncer. Todas y cada una de las noches, dormía suplicando su mejoría, y creíamos y creíamos y creíamos que saldríamos adelante, cada día era una batalla ganada que alimentaba la esperanza.Y aún se me eriza la piel cuando pienso que papá lo intento, cuánto quiso aferrarse, cuando preguntó desconcertado si era todo, cuando bese su frentesita tibia por última vez y cuando bese su frentesita convertida en un tímpano de hielo. Y aún parece mentira conformarme con besar una fotografía suya.
14 de enero de 2020. Ahí estábamos, enfrentándonos al peor de nuestros miedos, viendo a papá dentro de una caja, mientras nuestras lágrimas cubrían el cristal sobre su rostro. Así empezábamos 2020, con tanta melancolía, nostalgia y un silencio abrumador sobre nosotros. Cada mañana era gris y los suspiros se hacían eternos.
Febrero. El primer cumpleaños de mamá, que vivíamos con la ausencia de papá. Y el cumpleaños de papá que ya no llegó.
Marzo. La pandemia que azotó al mundo tocaba las puertas de nuestro país, iniciando así la cuarentena (que sabrá Dios cuando vaya a terminar). El mundo se estremecía, se asustaba, todo parecía caos y miedo. Pero yo estaba tan ensimismada en mis emociones que apenas percibía lo que pasaba en el exterior. Parecía que el mundo se congraciaba con mis emociones y todo se tornaba incierto, entonces la vida se detuvo, como si tuviera un poco de compasión de mi caos interno y mandara un caos mundial.
La gente enloquecía porque no podían salir, porque había que quedarse en casa, porque parecían perdidos sin las plazas, los cines o los centros de entretenimiento. Pero nosotros hacia semanas que no teníamos ganas de nada, no nos importaba, no estaba en nuestros planes nada de lo que en esos momentos nos parecía algo superficial. Y hasta sentí alivio de no tener que llevar a Coni a la escuela, era algo que hacía papá y de pronto parecía complicado adaptarme a hacer las cosas que hacía él. Y no nos dábamos a basto. Así que cuando el mundo paro, yo descanse y agradecí.
Pero en verdad tenía miedo, y lo tuve cuando Edgar enfermo de covid, y cuando yo sentí que enfermaba y mi cuerpo colapsaba como respuesta ante tantas noches de insomnio.
Pero en contraste a la pérdida de mi papá, económicamente fue un año mejor que el anterior, un año en el que aunque para muchos fue de crisis, yo encontré una manera de generar ingresos desde casa, junto a mis hijas, fue un año de abundancia en otros aspectos. Hubo mucho trabajo para cada integrante de mi familia, fuimos bendecidas con eso. Fue un año de unión, conecté mucho más con mamá y con mis hermanas. Creo que hemos crecido bastante, hay armonía en el hogar de mamá, y amor.
Después mi hermana nos sorprendió con la noticia de que tendría un bebé. Aquella noticia llegaba como un rayo de luz en medio de la tormenta. Pero no, las sorpresas no paraban e inesperadamente perdería a su bebé. Otro golpe más a nuestros corazones y a nuestras emociones. Aún sentimos la nostalgia por ese angelito que sabrá Dios por qué no pudo llegar.
Y se acerca Navidad. Recelosas esperamos la fecha, esperando que logre reinar la felicidad a pesar de nuestras pérdidas.
Y a pesar de todo, siento gratitud por sabernos con trabajo, con salud, en unión, por sentir que estamos creciendo, por ver a mis niñas bien, por ver a mi madre tan fuerte, por los proyectos en puerta, porque sé que aunque papá físicamente no está, siento que nos bendice desde el cielo y se que estará profundamente orgulloso de ver cómo hemos salido adelante, de cómo han llevado mi madre y mis hermanas este barco a flote.
No creo que sea momento de reprochar. Creo que es momento de aprender y escuchar lo que el mundo nos grita. Creo que el humano es profundamente egoísta y soberbio, creo que no quiere aprender la lección que nos está dando la vida, no queremos detenernos y escuchar porque es doloroso aceptar que aveces estamos equivocados.
2020, nada te debo y nada me debes, estamos en paz. Has sido nuestro gran maestro.
Te despido con gratitud, sin nada que reprochar. Siempre te he de recordar cómo un año que marco mi vida y a la humanidad. Nos dejaste claro que de un momento a otro la vida cambia, pues nada está escrito.
Recibo 2021 con la firme convicción de que vienen grandes cosas para mi familia y para mí. Este año tuvimos que ser fuertes, toca ser intensamente felices el año que entra.
Gracias 2020, papá nos enseño que no hay que reprochar, siempre es mejor agradecer.
2021 te espero con los brazos abiertos