El método más utilizado, sin duda, es la inseminación artificial, que consiste en depositar el semen del hombre en el aparato reproductor de la mujer, normalmente dentro de la cavidad uterina, para ayudar a que el óvulo y los espermatozoides se junten y se logre la fecundación. En general, suele ser un método muy eficaz, pero se deben cumplir dos condiciones para que tenga éxito.
En primer lugar, al menos una de las dos trompas de Falopio debe ser permeable, es decir, debe permitir que el óvulo se encuentre con el espermatozoide. Para comprobar que esta condición se cumple, se debe realizar una radiografía del cuello del útero, de la cavidad uterina y de las trompas de Falopio.
Además, debemos tener en cuenta el semen del varón debe cumplir unos parámetros mínimos. Se considera que la concentración de espermatozoides móviles tiene que ser superior a tres millones.
Si se cumplen estos requisitos, podemos llevar a cabo la inseminación, que consta de tres fases: preparación del óvulo de la mujer, preparación del semen y el acto de la inseminación, en sí. Después de dos semanas, un test de embarazo nos dirá si por fin hemos conseguido quedarnos en estado. Lo más habitual es que sea necesario más de un ciclo de inseminación para que el resultado sea exitoso. Sin embargo, si después del quinto, no conseguimos el embarazo, probablemente haya que buscar otros métodos, como la fecundación in vitro, por ejemplo.
Fuente: fotografía de Health & Life style