No quiero hacer balance del año 2015. Tampoco quiero hacer nuevos propósitos para el 2016, crearme expectativas que me puedan frustar en un futuro cercano por no realizarse, intentar alcanzar metas que no dependen de mi.
No, esta vez he despedido el año que se ha ido y dado la bienvenida al nuevo año sin mirar hacia atrás pero tampoco hacia adelante. Simplemente he vivido el momento. Y esty único propósito para este año que ha comenzado, vivir el momento.
Porque el pasado pasado es, de las experiencias se aprende, pero para atrás ni para coger carrerilla. Y el futuro, ¿quién dirá?. Creo que nunca se ha cumplido nada de lo que me he propuesto, sin embargo me han sucedido cosas que ni entraban en mis pensamientos. Por eso, sabiendo lo que hay y puesta a elegir, prefiero que la vida me sorprenda.
Sí tengo ideas, muchas ideas, mi cabeza nunca descansa y no soy mujer de una sola meta en la vida... Quizás mi problema real es que me motivan y me entusiasman muchas cosas, quisiera poder hacer tantas cosas, lo fácil sería tener solo un objetivo e ir a por él pero no puedo, no valgo para soñar en singular... Y quizás querer hacer tanto es lo que me hace no llegar a nada en concreto... O sí llego a algo, a aprender al menos. Tengo muchas ideas y no se cuál de ellas llevaré a cabo este año, lo que se es que no estaré de brazos cruzados.
No quiero hacer balance del 2015. Por muchos motivos podría ser el peor año de los últimos cinco, o los últimos diez, pero no quiero pensar en ello porque lo negativo solo es un lastre. Cierro los ojos a ese lastre y miro adelante pensando en un futuro mejor, pensando en que tengo salud y tres hijos maravillosos, lo demás, todo tiene solución aunque haya momentos en los que parezca encontrarme en un tunel eterno y sombrío.
No quiero hacer balance porque no me hace falta. Mi 2015 se resume en un nombre: Alejandro. Hace un año prometía darlo y vaya si lo he dado, con matrícula de honor. He dado a luz, he dado vida. He vuelto a vivir la experiencia más intensa y brutal que se puede tener. Me da igual todo lo que haya intentado ensombrecer este año que se ha ido, la luz volvió con mi bebé y es mirarlo a él, y con él a sus hermanos mayores, y que todo lo malo se borra de un plumazo. Así me doy cuenta de que no puedo pedirle más a la vida.
Hace un año simplemente no imaginaba que volvería a ser madre. No, no era un embarazo esperado, no era un bebé buscado pero desde el minuto uno fue un bebé querido. No, no ha sido el embarazo que más he disfrutado ni que mejor recuerdo me haya dejado, no lo he vivido en mi mejor estado físico ni anímico. Pero el resultado es, sin duda, lo mejor que me podía pasar en el 2015. Lo mejor del 2015 es mi bebé y completar con él la familia que siempre he deseado.
Pensándolo bien, casi se puede decir que mis sueños se han hecho realidad, al menos los importantes, lo demás, ya vendrá. Y puesto que el año que se ha ido me ha dejado este regalo, mi único propósito para el 2016 es muy sencillo. Dejar que fluya, sin más. Lo malo, a capearlo, y lo bueno, a disfutarlo. Así de sencillo. Afortunadamente, ya tengo todo lo que quiero.