Voy a empezar con una conclusión. Sí, debería dejarlo para el final, pero soy así de incoherente, no puedo evitarlo. La conclusión es que me siento satisfecha, me siento fuerte, me siento feliz. Y es algo por lo que hace un año no firmaba.
El año pasado a estas horas estaba en la habitación del hospital, conociendo a mi bebé recién nacido y disfrutando de lo que sería con casi total seguridad el único tiempo en el que solo tendría que ocuparme de mi bebé.
También estaba sola, en el amplio sentido de la palabra, a excepción de mi compañera de habitación. No recibí visitas y tampoco tuve acompañante. Muchas veces nos quejamos de lo agobiantes que pueden ser las visitas los primeros días tras nacer el bebé pero la soledad total tampoco es lo más recomendable, te lo aseguro.
Me sentí bastante sola a lo largo del embarazo, sola no en cuanto a presencia física pero sí en apoyo, en acompañamiento emocional. No cambió mucho la cosa cuando di a luz, tampoco cambió durante mi postparto, ni a lo largo de este primer año de tri-maternidad. Es lo malo de parecer e incluso demostrar que eres una persona fuerte, la gente da por hecho que no necesitas ayuda, así lo pidas a gritos.
La verdad que los primeros meses fueron muy duros, al menos emocionalmente. Arrastraba un lastre anímico muy pesado ya de antes del embarazo que fue a más con él y que no mejoró al dar a luz. Creo que en mi vida me he sentido más sensible y vulnerable, más necesitada de ayuda, de contacto, de un abrazo y el postparto no ayuda en nada. El postparto es ese momento de tu vida en el que cualquier cosa que te dicen lo mismo te hace llorar de alegría inmensa que de la pena más grande, es eso que hace que cualquier comentario aparentemente inofensivo se te clave como un alfiler entre las uñas, es eso que un día te tiene arriba, feliz, y otro en el fondo de pozo, con una tristeza inmensa.
Pero todo pasa y el tiempo acaba ordenando las cosas. Mis seis primeros como tri-madre fueron complicados porque a pesar de ser mamá de un bebé recién nacido también era mamá de dos hijos más a los que no podía interrumpir su vida, mi nueva maternidad y mi bebé se tuvieron que adaptar a ellos, sin opción. Y así me vi con un bebé pequeñín llevando una vida y rutinas normales, como si no hubiera dado a luz, el mismo día que salí del hospital, y al día siguiente, y al otro.
Han sido unos meses complicados porque me lo he tenido que comer todo sola. España va bien, tan bien que mi santo, aka padre de mis niños, tiene que pasar largas temporadas fuera de casa para trabajar y ganar un sueldo medio decente, lo que supone que yo me encargué de todo 24 horas al día, 7 días a la semana, 30 ó 31 días al mes y así sucesivamente. Teniendo en cuenta la mierda de conciliación que tenemos en este país, me conformaba con que mi marido pudiera regresar a casa aunque fuera para cenar para al menos tener un ratito al día de ayuda, apoyo, desconexión. Pero ni eso.
Me lo he tenido que comer todo sola y nunca me he sentido más cansada en mi vida, porque esto implica no solo hacerme cargo de mis hijos y todas sus necesidades desde que se levantan hasta que se acuestan, sino también hacerme cargo de un bebé que a pesar de ser un bendito, sus dos o tres despertares nocturnos los tiene, lo que supone no descansar por el día pero tampoco por la noche y deber más horas al sueño que hipoteca al banco.
Sin embargo, a pesar de lo sola que me he sentido -y me sigo sintiendo muchas veces- de lo cansadísima que estaba -y que estoy ahora que hemos vuelto al horario escolar y extraescolar-, de vivir con la sensación de no dar para más, de querer salir corriendo muchas veces, olvidarme del mundo otras, de que la gente me dejara en paz porque ya no podía dar más de mi, de la montaña rusa emocional en la que me he sentido... A pesar de todo hoy, ahora mismo, me siento fuerte, orgullosa de mi misma y feliz.
Miro hacia atrás y veo éxito, éxito por el simple hecho de haber sido capaz de salir adelante a pesar de todo. Y eso me hace sentir orgullo de mi misma, aunque esté mal que lo digo. Y ojo, que no me considero la mejor madre por ello, de hecho creo que mi clave para sobrevivir a mi tri-maternidad en las circunstancias en las que me encuentro es precisamente ser un poco malamadre a ratos, y no me da vergüenza reconocerlo, porque es así. Si a veces no priorizo por algún motivo a uno de mis hijos sobre los otros, o algo que tengo que hacer sobre ellos, o no me priorizo a mí misma, no hubiera podido.
Me siento satisfecha porque he logrado organizarme para llegar a todo sin morir en el camino, y eso en alguien que es el desorden personificado es todo un éxito. Realmente empiezo a cosechar los frutos ahora, ya que este año que ha pasado ha pasado a base de prueba-error con muchos días que han acabado en auténtico desastre, pero ahora puedo aplicar lo que se que me funciona, y aunque no puedo evitar que no siempre salga todo bien, por lo general puedo decir que nuestra vida fluye con cierta normalidad. Así que no hay mal que por bien no venga.
En realidad, a pesar del caos, del trabajo que conlleva y del cansancio que arrastro, estoy encantada con esto de ser tri-madre. Estoy encantada con mis tres soles, con la familia que hemos formado. Mis hijos son felices, el pequeño persigue y admira a sus hermanos mayores, los mayores derrochan cuidados y cariño hacia él, los tres forman un equipo que promete mucho. Me vuelven loca, el mayor es intenso nivel extremo, la mediana tiene un genio que ojocuidao y en comandita con su hermano son los dos tremendos nivel Hoolligan, el pequeño es bueno pero empieza a demostrar su geniecillo... Si no me he vuelto loca poco me falta, pero en conjunto, valorando lo positivo y lo negativo... ¿negativo? ¿lo qué?. Pues eso, ¡¡¡arriba lo positivo!!!
Así que sí, en resumen, me siento orgullosa de mi misma porque he sido capaz de salir adelante a pesar de los pesares, porque mi bebé se está criando que da gusto, porque mis mayores que cada vez demandan más -niños pequeños problemas pequeños, niños grandes problemas enormes- tienen lo que necesitan, porque intento que nuestra día a día sea lo mejor posible y casi siempre es así, porque incluso de vez en cuando he logrado sacar algo de tiempo para mi, cosa que me permite relajar, respirar y coger fuerzas para lo que sigue viniendo.
Me alegro mucho de sentirme así. Quizás sea la emoción del primer cumpleaños de mi tercer y último bebé que me tiene en una nube happydelavida pero lo realmente importante es que me alegro de escribir y sentirme positiva. Porque hace un año no lo hubiera firmado.
Dicho esto, que no es fácil, pero como suelo decir casi a diario, que todo lo malo en la vida sea como esto porque ahí sí que firmo ahora mismo. Y sí, puedo decir que a pesar de todo, YES, I CAN!!!
Y ahora me voy, que me reclama un bebé adorable recién despierto de su siesta mañanera ;)