No es que yo haya sido una persona organizada y con una vida calculada y milimetrada, así en general. Siempre me he dejado llevar por el día a día, con el mínimo de planificación y organización justo y necesario porque me gusta vivir según suceden las cosas e ir improvisando.
Desde que soy madre, y más conforme mis hijos han ido creciendo y aumentando en número, la organización es casi obligatoria si no quiero morir a base de sofocones. Y porque es cierto, mis hijos con ciertas rutinas establecidas llevan mejor el día a día, y yo también, para qué me voy a engañar.
Aún así, con rutinas, con organización, siento que mi vida es un caos. Un caos porque siempre me dejo algo por detrás, algo por hacer, algo por atender. Siento que mis neuronas no me dan para más y me siento muy impotente cuando me doy cuenta de que por culpa de mi mala cabeza me veo en una situación comprometida y me siento al borde del infarto por mi incompetencia.
Verás, no es que no sea capa de afrontar mi trimaternidad. De hecho, creo que lo estoy haciendo con relativo éxito dadas las circunstancias: he pasado gran parte de mi embarazo y estos seis primeros meses como madre de tres prácticamente sola. Sola a todos los efectos, desde por la mañana hasta por la noche en todo lo concerniente a mis hijos, y por supuesto por la noche en las veces que mi bebé se despierta. Lo asumo y llevo con bastante dignidad, a pesar de mis escasas horas de ¿descanso? y de vivir día a día por y para mis hijos.
Lo difícil, sale. Sin embargo, es en las pequeñas cosas en las que caigo y una y otra vez. Por ejemplo, el tema de dejarme las
Si la semana se me pasa volando porque entre colegio, extraescolares y rutinas varias estamos entretenidos, para mi lo dificíl viene el fin de semana, con dos días completos libres en los que me las veo y me las deseo para plantear actividades con los niños entretenidas, sin caer en la monotonía. Sin embargo le doy al coco pensando mil y una cosas para hacer con ellos y organizándome para poder salir de casa a una hora decente.
Porque evidentemente, salir sola de casa con los tres requiere una logística curiosa.
El caso es que el domingo se celebraba una feria de Playmobil en un pueblo cercano, llevábamos semanas esperando, me parecía un plan estupendo y a los niños les hacía mucha ilusión. Así que después de dar desayunos, recoger la casa, elegir vestuario, arreglarnos todos, tenerlo todo perfectamente dispuesto para salir los cuatro bien guapos, de domingo, ir a ver la feria antes de comer en casa de la abuela, justo cuando mi niño cierra la puerta de casa me doy cuenta de que mi bolso se ha quedado dentro.
¡¡¡OTRA VEZ!!!
Por lo menos esta vez me había metido el móvil en el bolsillo -sin saldo, menos mal que tengo wifi en casa- y podía comunicarme con alguien, porque las llaves de casa, del coche, la cartera... todo estaba en el puñetero bolso. Y mi Santo estaba en Jaén y no volvería hasta por la noche.
Así que allí me vi, sentada en la escalera del descansillo de mi piso, con los niños preguntando por qué no nos íbamos. Y es que de allí no me podía mover porque al no tener datos ni saldo para recargar el móvil -explicación breve, harta de pagar una pasta en tarifas de contrato me pasé a prepago, recargo cuando necesito, gasto poquísimo y vivo feliz- para comunicarme con el exterior y pedir auxilio necesitaba el wifi de mi casa.
Lo primero que se me ocurrió, viendo que no podía ni cogerme un autobús con los niños, fue llamar a mi madre, que tiene llaves de mi casa, le dije que iba a avisar a unos amigos que viven cerca de ella para que me acercaran las llaves en coche. Y ese era el plan, me bajé a la calle para esperar a mis amigos, hasta que mi madre me llama para decirme que no tiene mis llaves porque me las llevé la última vez que me pasó lo mismo.
Mi gozo en el puto pozo.
Eso significaba una cosa, además de que estaba en la puñetera calle: que nos perdíamos sí o sí la feria de Playmobil. Allí estábamos los cuatro, como cuatro pinceles, como cuatro pasmarotes. Menuda estampa. No pude evitar echar unos cuantos de votos por la boca porque joder, ¡solo me pasa a mi!.
Al menos tenía un consuelo, y es que inteligentemente en lugar de bajar a mi Bollicao en brazos a pulso, me lo había puesto en la mochila ergonómica, así que al menos lo llevaba bien adosado a mi... La última vez, también domingo aunque sin los mayores, que estaban en casa de su abuela, me vi con al puerta cerrada, las llaves de casa y del coche dentro de casa, mi bebé en brazos, mi bolso, una bolsa con ropa para cambiar a los niños, sus abrigos y el mío. De esa guisa me fui a coger el autobús, al menos tenía la cartera con dinero, que esa es otra.
Cuando mi madre me dice que no tiene mis llaves ya es el acabose. Pienso en que mi amigo me recoja y nos acerque a casa de mi madre pero como él tiene dos hijos, nos falta una silla, y yo para algunas cosas soy muy estricta y lo de montar a los niños en coche sin silla, como que no. Mi madre me dice que coja un taxi y lo paga ella al llegar a su casa, pero me duele gastarme 7€ para 4 minutos en coche.
Así que arreglada, con mis tacones, mi bebé en la mochila y mis mayores de la mano decido ir andando a casa de mi madre, que está como a una media hora, lo que viene siendo un paseíto de nada. Pero qué coño, es domingo, hace sol y ya que nos perdemos la feria al menos nos da el aire.
Mientras voy caminando se me baja el cabreo conmigo misma por dejarme el bolso en casa y por no haberle devuelto a mi madre las llaves, cuando recuerdo que es imposible que no tenga una copia de mis llaves porque la veces que me ha pasado algo así mi marido ha venido a rescatarme y no he llegado a hacer uso de la copia. Y ya camino pensando en la bronca que le voy a echar a mi madre cuando llegue a su casa.
Por supuesto, mi madre lo niega todo, en su casa no está la copia de mis llaves por más que le argumento que se positivamente que las tiene ella, y ya cuando no da tiempo material a ir a la dichosa feria de Playmobil, a mi madre se le enciende la bombillita y aparece el puñetero juego de llaves.
Como mi vida es un caos, me fui a mi casa a por mi bolsa y ¿qué hice?. Pues en lugar de limitarme a coger mi bolso e ir de nuevo a por los niños, pues ya que estoy recogí la ropa del tendedero; y ya que estaba tendí otra colada; y ya que estaba, dejé puesta otra lavadora; y ya que estaba, recogí la cocina, que es lo que había dejado por hacer; y ya que estaba, recogí la habitación de mis hijos, que está siempre manga por hombro. Vamos, que me hice media limpieza de la casa en dos horas, arreglada y con mis tacones.
Y este es mi caos de vida en la que, por más que intento mantener el orden, la organización, las rutinas y la cordura, siempre hay algún motivo más simple que un Sugus por el que acabo jodiéndola soberanamente y con ganas de flagelarme a latigazos.
Pero oye, en el fondo pienso... que todo lo malo que me tenga que pasar en la vida se así. ¿O no?.