Y es que tener un hijo no es pecata minuta, no solo por las responsabilidades que supone, sino por los sentimientos que te remueve. Ese amor desbordante, que de repente tu bebé sea tu prioridad absoluta, lo más importante del mundo, de tu vida, que todo lo demás pase a un plano secundario, que absorba todo tu tiempo, tus energías.
Puede que la maternidad sea tal y como te esperabas. Quizás durante el embarazo pensabas que la maternidad sería relativamente fácil al escuchar las cuitas de otras madres, pero con tu bebé en brazos te das cuenta de que las otras madres no exageraban. O incluso dabas por hecho que morirías de amor por tu bebé y no es así.
La maternidad es incierta, es bipolar, es desconcertante.
Escucho muchas veces a otra madres decir cuánto ha cambiado su vida con el resquemor de, a pesar de la felicidad, añorar su pasado de no madre. Como si la maternidad hubiera anulado totalmente a la persona que era, transformándola en una nueva, de manera limitante. También escucho a madres decir que ser madre les ha abierto los ojos a ser una nueva persona que no esperaban, descubriendo capacidades que no creían ni por asomo poseer.
Cada persona somos un mundo y en la maternidad no iba a ser menos, hay tantas experiencias como madres y cada una es única.
La verdad es que yo no anhelo en absoluto mi vida de no madre, de hecho rara es la vez que pienso en ello. Será que mi vida hoy por hoy me mantiene tan entretenida que no me da para ello, pero sinceramente, no hecho nada de menos de mi vida anterior. No era una vida apasionante, no tenía un trabajo maravilloso, ni viajaba por el mundo, ni me iba de compras sin mirar la Visa, ni me tomaba cócteles con mis amigas.
En realidad trabajaba mucho, tenía poco tiempo libre, no salía apenas porque fuera de mi trabajo normal tenía mi extra con la orquesta, por lo que el tiempo que me quedaba era para descansar, o para adecentar mi casa cuando podía. Tampoco es que viajara más que ahora y la mayoría de ropa y complementos que me compraba cuando tenía un sueldo medio decente eran tirar dinero porque realmente no tenía tiempo de usarlo.
No voy a decir que mi vida de ahora sea mejor, porque no es que sea así. Simplemente es diferente, aunque por supuesto, de elegir entre ambas, me quedo con el ahora y no con el antes. Ser madre, crear mi familia, ha dado sentido a mi vida, y eso es innegable.
Ser madre sí me ha hecho valorar esas pequeñas cosas que quizás antes no apreciaba. Poder comer, cenar o tomar un café con mis amigas, el ratito de irme a la peluquería, permitirme un capricho de vez en cuando, dedicarme tiempo en exclusiva, quizás antes desperdiciaba más el poco tiempo libre que tenía y ahora que el 99% de mi tiempo lo ocupan mis hijos, exprimo al máximo ese 1% y hasta tomarme un café sola en una cafetería es un auténtico placer.
Intento disfrutar mi vida a todos los niveles, con mis hijos y sin ellos. Sin duda mis mejores momentos son siempre los que vivo con mis hijos, pero los ratitos que me escapo con mis amigas, ese viajecito exprés que hago sola, los eurillos que escamoteo para una barra de labios o una blusa nueva, en fin, esos pequeños ratos que saco para mi, son un soplo de aire fresco, me permiten hacer un impass en la locura de la maternidad y los valoro como si fueran un verdadero tesoro.
He tenido que reestructurar mi vida, claro, y nada tiene que ver la mujer que soy hoy con la que era antes de la maternidad, pero ser madre no me ha hecho renunciar a ser yo.
Sí ha habido cosas que han cambiado, como no. Antes de ser madre por ejemplo hacía mucha vida con nuestra pandilla de amigos, pandilla que hoy en día es inexistente ya que la ma/paternidad y las circunstancias de cada familia, en lugar de unirnos, nos ha separado, tanto que hablábamos de lo bonito que iba a ser ver crecer juntos a nuestros hijos. Quién me lo iba a decir, es triste y la verdad es que siento que sea así, pero supongo que hay cosas en la vida que no se deciden, simplemente derivan así, por los motivos que sean.
Pero lo que sí tengo claro es que me doy mucho más valor a mi misma desde que soy madre, porque la maternidad me ha hecho descubrir cosas de mi que ni por asomo hubiera imaginado en la vida, y eso me hace sentirme muy orgullosa de mi misma. Si bien no considero que mi maternidad haya sido difícil, sí es cierto que en estos ocho años he hecho y logrado cosas que jamás hubiera esperado de mi. La maternidad me ha enseñado mucho sobre mis hijos, sobre la vida, pero sobre todo sobre mi.
Lo que tengo meridianamente claro es que no me cambio por mi yo hace 10 años, ni de broma. Como se suele decir, para atrás ni para coger carrerilla. En estos años de maternidad he ganado cosas, he perdido otras, la vida y las circunstancias no me lo han puesto fácil y probablemente las mayores dificultades de mi vida las sufrido siendo madre -aunque no por ser madre, por supuesto- pero sin duda lo que he ganado supera con creces lo que he perdido, lo que ha salido bien es infinitamente más grande que lo que ha salido mal.
La verdad es que la maternidad me ha dado la mayor felicidad y la mayor de las locuras. Me desequilibra lo mismo que me hace fuerte. Me lleva al límite, de un extremo a otro. No hay nada en mi vida que me haya generado unos sentimientos más intensos, chocantes, absorbentes, desquiciantes, desbordantes, a todos los niveles.
¿Pero sabes? Bendita maternidad, y prefiero que mis hijos me desquicien a un hogar vacío.