Confieso que cuando era joven y comencé mi carrera profesional me decía a mi misma: en la próxima vida me pido hombre porque tenían más opciones que las mujeres, pero cuando cruzas la línea y te conviertes en madre, te das cuenta que ser mujer es genial. A pesar de que los niños no, no vienen con instrucciones, que tus compañeros te miran mal cuando te vas pronto a casa, que tu marido nunca se compromete como tú te has comprometido y que todo lo que les duele a tus hijos, te duele a ti también, igual o más.
Y sobre todo que de esto, no te jubilas nunca y encima ni puedes, ni quieres hacerlo.
Que es el mayor acto de generosidad que existe, porque te das por entero para dar la vida a otro. Sin garantías, sin más. Solo por amor a alguien que aún no conoces.
Mi madre tiene 90 años y padece un proceso de alzehimer. Y a día de hoy sigue siendo tan madre conmigo, como lo fue siempre y eso es grande, muy grande.
Por eso hoy les dedico un gran olé a todas las madres, que lo son y lo serán por amor a sus hijos hasta la muerte.
¡Felicidades!
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