He tenido la suerte de encontrarme en una situación privilegiada y haber podido disfrutar de mi hija 24 horas al día durante su primer año de vida. No he tenido que acogerme a bajas de maternidad de duración ofensivamente ridícula, ni luchar con empresas que ponen impedimentos a sus trabajadoras a la hora de conciliar.
Estoy agradecida a mis circunstancias por haber podido disfrutarla tanto y tan bien, pero a veces la no rutina también pesa, que el 95% de tu mundo sea tu casa y que un lunes se parezca tanto a un sábado te sumerge en un círculo que a veces agobia un poco y que te empuja a convertirte en madre trabajadora (fuera de casa, que en casa se curra y de lo lindo).
Quiero a Olivia más que a nada en este mundo y quiero estar con ella todo el tiempo que pueda, pero además de madre soy mujer, una mujer adulta que necesita salir de su casa, trabajar, relacionarse con el mundo y echar de menos a su hija. El echar de menos es una especie de revulsivo que aporta valor a lo que a veces damos por sentado, ese “no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes. Echar de menos te ayuda a exprimir cada segundo y a valorar más el tiempo compartido. Se que habrá quien no lo entienda, pero también habrá quien lo entienda demasiado bien, quien piense que es muy egoísta por mi parte y quien piense que es un acto de generosidad.
Hace casi dos meses que me convertí en madre trabajadora en una empresa que me ha dado la oportunidad de seguir desarrollándome como profesional y que además, al menos de momento, me permite conciliar de maravilla, me permite ser madre y mujer sin tener que elegir entre una u otra faceta.
Admiro a las mujeres que se dedican a su casa, a sus hijos, a sus labores, siempre las he admirado, pero a día de hoy lo hago aún más porque yo he estado en su lugar y me ha pesado, he necesitado salir a respirar.
Obviamente las circunstancias económicas también tienen mucho que ver, que nadie trabaja por amor al arte. Si el dinero me saliese por las orejas otro gallo cantaría y seguramente ser “ama de casa” pesaría menos. Pero las circunstancias son las que son y yo soy como soy.
Este cambio a madre trabajadora nos ha venido genial, yo me siento más realizada y estoy más calmada, más relajada. Olivia lo ha llevado muy bien, entre otras cosas, porque el tiempo que yo no estoy lo pasa con quien mejor puede estar, su padre. Además ha desarrollado mayor complicidad con él, yo sigo siendo su mamá y nuestro vínculo es irrompible, pero ahora la relación con su padre es más fuerte, más bonita. Ya no estoy yo siempre por medio, ahora ellos también tienen “sus momentos” y eso también es muy importante.
Si a ti te ha pasado lo mismo, si has necesitado salir de casa y echar de menos a tus hijos para volver con más fuerzas, no te siestas mal, es normal, no somos #malasmadres, ni bichos raros, somos mujeres de carne y hueso, somos mamás del montón.