Por qué no soy una super madre

Me consta que la tri-maternidad, y en general tener más de dos hijos, es digna de admiración por la mayoría de la gente, sobre todo de otras madres. Y es que "si yo con uno que tengo no me da la vida", parece que llevar tres o más hijos adelante es un mérito digno de pedestal.
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Cuando tienes más hijos de lo razonable -no nos engañemos, esta sociedad considera razonable tener dos hijos y lo demás es estar loca, cuantos más hijos tienes, más loca estás-, más comentarios escuchas, para bien o para mal. Pero no me voy a detener hoy en esos comentarios casi hirientes que la gente esgrime sin aparente maldad pero llevan una mala leche de ojocuidao.

El caso es que en esta trepidante vida de tri-madre que llevo, siempre con los niños corriendo de un lado a otro, con el pequeño en el portabebés, los mayores de la mano, al cole, a las actividades, al supermercado, a donde sea, lo que más suelo escuchar no es que esté loca -afortunadamente, porque me pueden entrar todos los males de golpe- sino cosas como "qué bien te organizas", "no se cómo lo haces", "eres una heroína".

Partamos de que son comentarios positivos y suenan bien. Vale. Que puedo dar esa imagen, aceptamos pulpo. Pero la realidad es que no soy una super madre, ni una heroína, ni una valiente, solo soy una madre de tres a la que no le quedan más cojones que tirar adelante, porque nadie lo va a hacer por mi. Es lo que hay.

No tengo alternativa, es decir, si yo no llevo a mis hijos a actividades por las tardes -que ellos piden, no son impuestas por nosotros-, al parque, al médico, si no me los llevo a hacer la compra, cualquier recado o a donde tenga que ir, si no los llevo por ahí el fin de semana, el resultado es bien que ellos no puedan hacer ninguna de esas cosas, o bien que yo deje de hacer cosas que son necesarias.

Como no tengo alternativa, como es lo que hay, lo hago. O sí, tengo alternativa, pero pasaría por sacrificar a mis hijos, sacrificar que puedan desarrollar una actividad que les gusta, sacrificar su tiempo de juego y de disfrute al aire libre, sacrificar la oportunidad de aprender una lengua extranjera, aprender a tocar un instrumento.

Y es algo que no estoy dispuesta a hacer, es decir, prefiero mil veces acabar el día reventada a no hacer nada por ellos. Siento que es mi obligación como madre, lo cual no extrapolo a otros padres pues cada familia decide su modo de vida, pero creo que es lo mínimo que puedo hacer por ellos, que es mi obligación, porque no he tenido hijos para que sean muebles decorativos en mi casa.

Desde luego, para mi sería muchísimo más cómodo por ejemplo que mi hijo mayor no vaya al conservatorio, porque así en lugar de salir de casa con la comida a medio digerir tendría mi ratito de sofá, manta y serie vespertina. Pero además de que le estoy ofreciendo la posibilidad de que aprenda algo que le sirva en su vida futura, a él le apasiona, y no solo eso, sino que además se le da especialmente bien. Así que no puedo anteponer mi descanso a ello.

Es verdad que todo iría mucho más rodado si mi santo estuviera en casa, porque entre dos las cosas se llevan de otra manera, nos podríamos turnar, no me vería obligada a que salir de casa para llevar a uno de mis hijos a alguna actividad, o para ir a hacer la compra al super, suponga tener que salir con los tres, pero dado que con mi santo no puedo contar, que bastante tiene el pobre con trabajar como un condenado y no ver crecer a sus hijos, tengo que hacerlo yo, me apetezca más o menos.

Esto no me convierte en una heroína, por un simple motivo: porque creo que cualquier madre, tú seguro, lo harías igualmente. Vale, siempre hay excepciones, pero creo que en general las madres estamos dispuestas a darlo todo por nuestros hijos.
Como mucho, me puedo considerar una superviviente por el simple hecho de acabar el día y haber cumplido en lo importante, que no en todo. Ya he asumido que todo no se puede, así que la clave está en priorizar, llegar a lo que no puedo aplazar y lo demás ya se hará según vaya pudiendo, ni más ni menos.

Quizás lo difícil es asumir que no te queda otra que hacer lo que nadie va a hacer por ti, que si quieres que tus hijos tengan ciertas oportunidades, llegar si no a todo al menos a lo más importante, no te queda otra que hacerlo aunque te suponga acabar el día muerta matá. Lo difícil es cuando no lo asumes, te levantas, piensas en todo lo que tienes que hacer ese día, te dices a ti misma "ufff, no voy a poder", porque te predispone a pasarlo mal. Cuando lo asumes, das por hecho que lo tienes que hacer, te aseguro que tu actitud a lo largo del día es otra.

No, no soy una super madre, solo sobrevivo y para hacerlo también hago cosas mal, o dejo cosas por hacer, que quizás no se ven o no se notan a ojos de los demás pero lo se yo, con todo lo que ello supone. Pero no lo considero un mérito porque cuando no era madre trabajaba muchas horas, acababa cansadísima, no tenía tiempo para llevar mi casa al día, ni mucho menos tiempo para mi, volcaba todos mis esfuerzos y mis energías en un trabajo que lo único que me repercutía era un sueldo para vivir.

No me pagan por criar a mis hijos, pero desde luego las recompensas que recibo, a pesar del trajín, el cansancio, que no todos los días son buenos ni todo son alegrías, son infinitamente mayores a las de un sueldo a final de mes.
Esto me trae a colación una reflexión, y es que parece que está justificado deslomarse, vivir para trabajar, porque es lo que hay que hacer, una no es considerada una heroína por trabajar más horas que un reloj. Sin embargo si vuelcas ese trabajo en tus hijos a ojos ajenos eres considerada una heroína, y no es que sea negativo ni mucho menos, porque es bonito sentir que te admiran por algo de en lo que no esperas reconocimiento alguno, pero pienso...

...¿por qué se considera un sacrificio digno de mérito volcarte en tus hijos, y si ese esfuerzo lo dedicas a un puesto de trabajo, un jefe, una empresa, se considera lo normal?.
Para mi lo normal es lo contrario ya que mis hijos son míos, ¿cómo no voy a darlo todo por ellos?.
Si me sacrifico por mi jefe, por mi empresa, incluso por mis compañeros, en definitiva por todo lo que engloba un puesto de trabajo, ¿no voy a sacrificarme por mis hijos, que es lo más importante de mi vida?

Tampoco me considero una madre abnegada, ya que no me resigno a ellos, no renuncio a mi, a mi espacio personal, sino que intento buscar cierto equilibrio dentro del caos, que es algo muy sano y recomendable, y eso no significa desatender a mis hijos, significa saber parar a respirar y recargar las pilas para no perder la paciencia con mis hijos, para no quebrarme.

Pequeñas cosas como sacar de donde pueda al menos unos minutos al día para mi ya bien sea por la mañana mientras están en el cole para dedicarme a este blog, por la noche cuando los acuesto para ver una película o una serie aunque me duerma, alguna tarde para tomar un café con amigas, a costa de olvidarme durante esos ratos de que tengo una casa por recoger o dejando que los niños disfruten algún tiempo de los abuelos, son un oasis que me ayudan a despejarme, relajarme y mantener la cordura.
Lo dicho, no soy una super mamá, soy una mamá que hace lo que puede, lo mejor que puede, consciente de que hace muchas mal, o menos bien de lo que podría o debería. Pero qué le vamos a hacer, no se puede ser guapa y perfecta, ¡no se puede tener todo en esta vida!. Desde luego, el sentido del humor que nunca falte.

Todo esto lo digo, ¿por qué lo digo? Y con esto acabo esta aburrida disertación, necesaria por otra parte porque llevo tiempo queriendo soltarlo. Lo digo porque son muchas las veces que a través de este blog o en las redes sociales, además de en mi vida 1.0, otras mamás me dicen que me admiran, que soy muy valiente, que soy una heroína, que ellas no podrían. Y tengo la sensación de que esto hace que se sientan mal, o culpables, en general que estas madres se hagan de menos a sí mismas.

¡PUES NO!. Porque estoy segura de que cada madre, cada una que me le, tú misma, te esfuerzas por hacerlo lo mejor que puedes. Y estoy segura de que si estuvieras en la misma situación que yo, aunque no te creas capaz, lo harías. De hecho, estoy convencida de que siempre damos más mérito a lo ajeno que a lo propio, no nos valoramos lo suficiente y hacemos comparaciones injustas cando además ya se sabe que las comparaciones son odiosas.

Te aseguro que me cuentan la vida que llevo ahora, lo que soy capaz de llevar adelante, cuando solo tenía un hijo, y no hubiera dado un duro por mi. Y si puedo hacerlo es que sí, cuesta y cansa, pero se puede. Así que tú también puedes. Y que yo lo único que hago es intentar que mis hijos no noten la falta de su padre, que no se pierdan oportunidades, que su vida no se vea afectada por unas circunstancias de las que no son responsables.

Lo demás, lo de ser una heroína, lo de poder con todo, no es más que una imagen que se proyecta, una apreciación subjetiva de quien me observa con cariño, pero en realidad no hago más que lo necesario para que nuestra vida sea lo mejor posible, dentro de nuestra realidad y nuestra circunstancia.
Eso sí, si el heroicismo está en arrastrar ojeras, cansancio y horas de sueño, te aseguro que ahí me lo llevo todo. Pero como me dice alguna lengua con cierta mala leche, la culpa es mía por tener tres hijos. Y a mucha honra.

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