En principio tengo que decir que desde niña estaba en mí la idea de que eventualmente tendría “a mis propios hijos”, desde los juegos con muñecas hasta las frases de “ya verás cuando tengas a tus hijos”. Convertirme en madre no parecía entonces una elección, sino un destino.
Mucho tiempo yo me visualicé teniendo hijos, hasta que me di cuenta de que no era una elección propia, sino que venía de mi entorno, fue entonces cuando empecé a replantearme qué quería hacer en el futuro.
En ocasiones se dice que las NoMo carecen de “instinto maternal” o que no les gustan los niños. Creo que yo tendría la paciencia necesaria, y de hecho la actividad a la que me dedico me lleva a estar rodeada de niños continuamente. Sin embargo, no considero que esto sea suficiente para tomar la decisión de tener hijos.
Con el panorama en el que veía el mundo y el país, me pregunté un día si sería una buena idea tener un hijo. También pensaba en las implicaciones económicas que conllevaría hacerlo, en el tiempo que requería y en cómo no eran compatibles las dos cosas. El dinero que requeriría implicaría dedicarme por completo a desarrollar mi vida profesional, lo cual no me daría el tiempo necesario para hacerlo.
Pero sobre todo me di cuenta de lo mucho que disfruto mi vida ahora, en la libertad que siento al irme al menos una vez por año de viaje al extranjero, en la relativa facilidad con la que puedo cambiar de residencia. También noté que había muchos sueños que me hacía falta realizar, desde hacer un doctorado hasta vivir en el extranjero por una temporada. Y noté que no podría dejar de realizar esos proyectos sin sentir que me había quedado a deber cosas importantes.
Mi vida actual y las aspiraciones que tengo a futuro son incompatibles con la idea de tener hijos, me doy cuenta cada vez que debo buscar a alguien que cuide a mi perra por unos días mientras mi novio o yo estamos de viaje. Pienso en lo difícil que me sería desapegarme de una persona, pero sobre todo en lo que ese niño o niña sentiría cada vez que me voy. Pienso también en qué pasaría en 30 años, cuando el agua sea cada vez más escasa y esa persona tenga que vivir esas dificultades.
Vi a mi mamá renunciar a su vida profesional por darnos a mis hermanas y a mí la mejor compañía, juegos y una gran formación. Y mucho tiempo pensé que tenía que retribuirle eso dándole a mis hijos lo que ella me dio a mí. Ahora sé que nadie se sintió más orgullosa de verme terminar la maestría y hacer realidad mis proyectos como ella. Sé también que esa retribución puedo dársela a ella llevándola de viaje o dándole otro tipo de experiencias.
A veces todavía me pregunto si tomé la decisión correcta, pienso entonces lo difícil que sería a la inversa: si estuviera cuidando a un hijo y me hiciera la misma pregunta. Entonces me siento tranquila.