Dalái Lama
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Desde que soy padre me he dado cuenta de una cosa: Si de algo nos quejamos los padres es de la falta de tiempo. No hay día en que no lea varios tuits sobre el tema. Y no hay día en que en algún post materno/paterno se haga referencia de forma más o menos directa a esta necesidad de horas que tenemos las personas con hijos a nuestro cargo. Una necesidad que se hace más visible cuando te conviertes en padre, pero que realmente podemos considerar ya como un mal endémico que afecta a la mayoría de la población. Especialmente a la de países como España, donde la conciliación familiar/social/laboral no deja de ser una quimera casi inalcanzable.
“Estoy hasta arriba”, “estoy tan liado que me falta hasta el aire”, “voy corriendo que no llego”, “no saco tiempo para nada”, “me falta tiempo para todo”, “a mis días les faltan horas”… ¿Cuándo fue la última vez que escuchasteis alguna de estas expresiones o sucedáneas? ¿Hace diez minutos quizás? Nuestras conversaciones están repletas de frases similares. Cada día. A todas horas. Tanto que, como deja caer Brigid Schulte en su libro Overwhelmed: work, love and play when no one has time (Algo así como Abrumados: trabajo, amor y juegos cuando nadie tiene tiempo) y en una entrevista que le realizaba hace unas semanas la revista Icon de El País, “el ocio ha muerto”. Es más, en países como EEUU la falta de tiempo se ha convertido en un síntoma de estatus social. Si no tienes tiempo para nada, es señal de que trabajas mucho. Y eso está bien. Al menos entre los yanquis. Aunque parece que en España también gana adeptos la idea.
Luego está el caso de otros países que envidio (no por su clima, por supuesto), como los de la zona nórdica de Europa. Países donde la conciliación laboral y familiar es una realidad y en los que llegan a extremos, como es el caso de ciudad sueca de Gotemburgo, de poner a prueba jornadas laborales de seis horas diarias para comprobar si la nueva medida contribuye a mejorar la productividad, la felicidad e, incluso, la salud de los trabajadores. ¿Os imagináis algo así en España? Intuyo que no. En un país en el que calentar la silla y alargar la jornada durante doce horas diarias (aunque en la mayoría de ellas la productividad sea inexistente) es la norma, medidas como ésta no tardarían en ser tachadas de antisistema. ¿Para qué vamos a trabajar seis horas seguidas si podemos tener cuatro horas para comer? Estos suecos tienen unas cosas…
Entre ellas, digo yo, tanto tiempo libre que fundaron Ikea. Porque ellos tienen todo el del mundo para intentar descifrar las instrucciones de sus muebles y montarlos. En España necesitamos dos fines de semana, porque los días laborables vivimos para trabajar y dormir y los fines de semana tenemos que hacer todas las cosas domésticas que no nos han dado tiempo de lunes a viernes. Más algún capricho, como salir a tomar una cerveza, llevar a los niños al parque o ver a los amigos. Aunque sólo sea para sentirnos vivos de vez en cuando.
El otro día, por cierto, hablando con un papi y lector de mi blog, me comentaba que trabaja en una empresa en la que tiene “libertad” horaria. Es decir, tiene que estar obligatoriamente en la oficina de 10 a 14 horas, pero las otras cuatro se las puede repartir como mejor le venga cada día. El lunes, por ejemplo, puede entrar a las 7 y salir a las 16. Y el miércoles, que tiene que llevar a la niña al médico, puede entrar a las 10 y salir a las 19. Casi se me saltan las lágrimas. Me comentó que nunca se lo había currado tanto en un trabajo. Y lo veo normal. Una vez que entras en un lugar que te da tantas facilidades, lo último que quieres es salir de él. O la empresa en la que mi hermana ha entrado de becaria, donde no fichas, comes en el tiempo que quieras y ocho horas después te vas a tu casa. Y a vivir. Y es que, como decía Mariscal en una charla a la que asistí hace unas semanas, “la gente es honrada” por naturaleza. Lamentablemente, empresas como éstas escasean en España. Con lo fácil que sería unir trabajo y familia. Con lo fácil que sería tener a empleados felices porque trabajan a gusto y encima tienen tiempo para disfrutar de los suyos. Con lo fácil que sería…
Una cuestión de tiempo (I)