Una cuestión de tiempo

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A mediados de noviembre El País publicaba una noticia con la que me sentía tristemente identificado. Su titular: “A mi día le faltan horas”. Creo que no hace falta que explique sobre qué trataba la misma. Sí, a mi día le faltan horas. Creo que siempre le han faltado, pero la sensación de estrés se ha incrementado en las últimas semanas. Yo diría que ahora mismo necesitaría ocho horas más al día para hacer todo lo que quiero hacer. Es más, si muriese pronto, pediría que en mi lápida pusiesen el siguiente epitafio: “Le faltó tiempo”.

Problemas de organización al margen, lo cierto es que entre el horario laboral y las labores domésticas (¿Qué será de mí cuando Diana no esté en casa?) los días se me escapan entre los dedos sin que apenas pueda sentirlos al resbalar por la palma de mis manos. Me levanto por la mañana y cuando me quiero dar cuenta ya ha llegado la hora de volver a la cama. Y así de lunes a viernes. Doy gracias a la CEOE por no haber pedido todavía al gobierno que en la próxima reforma laboral incluya los domingos como día laborable. En el fondo son buena gente…

Creo que la falta de tiempo es algo que nos une a todos los padres, ya que a nuestros horarios laborales de turno sumamos ahora el tiempo que requieren nuestros pequeños. Desde que nació Mara he dejado el gimnasio. Y la bici. Fundamentalmente porque el poco tiempo que me queda lo quiero disfrutar con ella. Y el problema es ese: Que seguramente no estamos pidiendo más tiempo para nuestras aficiones. Lo estamos demandando para poder disfrutar de nuestros pequeños. Para jugar con ellos. Para hacerles carantoñas. Para sacarles sonrisas. Para ejercer como padres. Y lo digo yo, que trabajo desde casa (pronto dedicaré un post a las ventajas e inconvenientes del teletrabajo), y varias veces al día me puedo permitir el lujo de dejarlo todo para achuchar a mi pequeña y hacerla sonreír con esos ruiditos que la vuelven loca.

No siempre, pero la falta de tiempo también puede ir asociada a la falta de organización. Y es que a veces las horas se nos van en tonterías. O en redes sociales. ¿Os habéis parado a pensar el tiempo libre que teníais antes que ahora dedicáis a las redes sociales? Que si los diez tweets de rigor, la foto de Instagram, el estado de Facebook, el tema del próximo post del blog… Internet es el mayor cúmulo de distracciones que ha creado el hombre. Para organizarme mejor y tras leer artículo de El País, donde lo mencionaban, decidí comprarme el Amazon el libro ‘Gestiona mejor tu vida’, de Alberto Pena. Lo compré en versión ebook (yo que soy de papel), porque de repente lo necesitaba tener en mis manos. ¡Había encontrado el Santo Grial! De eso hace ya tres semanas. Lo suyo hubiese sido que en este post os hubiera hablado del libro, pero hasta ahora no he sido capaz de pasar de la introducción. No he tenido tiempo.

Nota: Sé que cualquier madre que lea este artículo podrá tachar de ridículas mis ‘quejas’. Y hará bien. Lo suyo, y lo vivo en primera persona con Diana, sí que es falta de tiempo. Reciban ustedes todo mi reconocimiento.

Fuente: este post proviene de Un Papá en Prácticas, donde puedes consultar el contenido original.
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